Carta Abierta nº 21: Dar testimonio
1 El vergonzoso caso de José López podría hacernos vacilar: era un funcionario de alto nivel, encargado de las obras públicas, conocido por todos, y sobre todo por los que en toda la extensión del país trataron con él por la gran cantidad de construcciones que se realizaron. Repentinamente emerge desde una madeja de hechos sombríos que involucran dólares secretos en cantidad portentosa, en valijas prefiguradas por estruendosas denuncias anteriores, y sin poder justificar nada, emerge de madrugada de un convento suburbano encasquetado y con pechera policial, como un soldado atontado por las bombas que explotaron en su trinchera, capturado por las Huestes de la Verdad, luego condecoradas. La fuerte evidencia visual obligó al kirchnerismo a escribir cartas de repudio y a preguntarse sobre los alcances de la pegajosa palabra en juego: corrupción. A cuántos involucraba, si afectaba a todo el ciclo transcurrido, si un hecho brutalmente escandaloso relativizaba o anulaba convicciones efectos políticos, genuinas militancias. En suma, si un hecho inmoral, específico o ramificado, invalidaba un compromiso colectivo que protagonizó políticas de significativa ampliación de derechos y distribución de la renta de los gobiernos Kirchner durante más de una década, en los que se incluye el replanteo del papel de las ciencias y las tecnologías, y ampliando las redes creativas de las nuevas universidades públicas.
2 Nuestra respuesta no es vacilante en cuanto a qué hechos y qué legados efectivos no pueden ni podrán ser alcanzados por las graves denuncias en curso. No se puede destruir un colectivo social con convicciones afirmadas en realizaciones palpables. Ni siquiera por la desmesura oprobiosa que adquiere este caso y sus consecuencias, aun no desplegadas totalmente. Lo ocurrido con López nos obliga a preguntarnos, es evidente, por los sobornos ocurridos en las prácticas corrientes en torno a la obra pública y a no ser tolerantes con ellas, que tienen además, un fuerte impacto negativo en movimientos populares forjados en la idea de la igualdad y la honestidad militante. Por otro lado, dan renovados argumentos a quienes demonizan los estilos de intervención estatal y las memorias de un gran conglomerado histórico-social. No percibimos entonces el tan proclamado fin del kirchnerismo. Lo que vemos es el deseo acrecentado en las derechas latinoamericanas de que eso ocurra envuelto en la facilidad que esta nueva situación otorga, de la que emergen injurias prepotentes a raudales y cálculos jocosos sobre el desprestigio irrevocable de una fuerza política. Pero se demostrará que no ha concluido su ciclo, por más tropiezos gigantescos que haya sufrido, precisamente porque esta necesidad de su par antagónico, el macrismo, no puede ser acatada dócilmente por una sociedad compleja que sabe repudiar la indignidad de un funcionario -y de todos los que actuaron con ese mismo desprecio hacia el patrimonio público- y al mismo tiempo sabrá reconocer que aun en las más difíciles encrucijadas, late una memoria indemne. Las razones de ese memorial político no son de hoy sino que se han forjado al abrigo de dramáticas crónicas colectivas. Aunque López no sea solo un individuo sino una triangulación, una amalgama, una asociación o una teoría de los conjuntos, ninguna reflexión que tenga en cuenta la historia efectiva puede juzgar todos los hechos bajo una única dimensión moralizante, por importante que sea. Y por más evidente que se hagan las deficiencias con que se actuó bajo ese decisivo aspecto de la acción política. Porque ni todo es así, ni todos actuaron así. Y porque los que predominaron fueron hechos de reparación social, esa era la viga central de la época transcurrida, y no casualmente este aspecto reparatorio del tejido social es lo que el gobierno actual se dedica a arrasar con toda ferocidad. Además porque la propia Presidenta no revalidaba su liderazgo con maniobras oscuras ocultando monedas en lejanas fosas, sino exponiendo posiciones críticas, abriendo debates y proclamando caminos autonomistas para el país en muy visibles actos de masas.
3 La entera movilización social de más de una década de militancia genuina, no puede ser deslegitimada por aparatosos procedimientos, cuyos resultados se van instalando como ciertos, procedimientos que deben ser denunciados por su corrosivo efecto manipulador sobre la mirada de la sociedad. Pero demasiadas veces parece resurgir una escalada persecutoria que se manifiesta en los últimos hechos de represión y espionaje, una verdadera “Campaña del desierto” mediática destinada a neutralizar y apartar a las viejas estirpes del territorio e incluso a los que por su osadía se animaron a decir algo nuevo sobre los aparatos de verdad preexistentes, tanto económicos como jurídicos y comunicacionales, en su rutina burocrática y su lógica aquietadora de las masas. Todo aquello que nos importa demasiado y quieren destruir con una sola palabra –ladrones– sabrá resistir no por capricho ni empecinamiento, sino simplemente porque es portador de una memoria crítica, de una ética esencial, y sabe cómo diferenciarse, en el pulular difuso de los hechos, de aquellos que emergen, verdaderamente como intolerantes, y rescatar desde su interior una fuerza socialmente activa y democrática. Y sabe también, colocarlos en el flujo complejo de una sociedad nacional donde triunfan toda clase de operaciones preparadas en las tinieblas que por no estar al alcance del ciudadano común, atentan contra la trama social introduciendo la pócima de la sospecha, la injuria ciega y un burlón y deliberado irracionalismo en el juicio ecuánime que exigen las cosas.
4 Ciertamente, formas específicas de resistencia democrática a un panorama social que hace más penosa la existencia colectiva, resurgen continuamente. Aún sin que se evidencien los signos de una conducción general efectiva, lo que de una manera u otra resurgirá de la maraña de dificultades y la escabrosidad del presente, numerosos sectores sociales, sindicalizados o no, de trabajadores, empleados, estudiantes, pequeños y medianos empresarios, comerciantes y vecinos, han dado a conocer su descontento frente a gobernantes portadores tanto de una rara insensibilidad hacia el árido presente como de una profusa imaginación para estrepitosas y generalmente vagas promesas. Con arbitrarias triquiñuelas políticas mantienen presa a Milagro Sala, lo que expone crudamente la existencia opresiva de un poder antisocial discriminatorio y adverso a los proyectos de democracia popular e igualitaria. En la otra punta de la cuerda de humillaciones, los tímidos reclamos por Malvinas convierten en una inútil rutina lo que es un tema de democracia geopolítica mundial de indisimulable importancia latinoamericana.
5 Estos son los conocidos momentos grises de una época entera, donde actúan aparatos disciplinadores que desafortunadamente no fueron reencaminados en sus procedimientos antes y que ahora gravan su proceder con técnicas de desmantelamiento social previamente diseñadas, que mezclan el miedo con la represalia y la penitencia con la servidumbre voluntaria. El argumento básico que se expresa en estos días es que, en el anterior gobierno, bajo una “portada” socialmente distributiva se verificaba un fraude organizado.”
Pobre argumento, ya que estos “flujos ilegales” no pueden de ninguna manera diluir el peso de fecundas y decisivas acciones de gobierno que no es difícil rememorar, como el apartamiento del ALCA o el resguardo por parte del estado de los fondos de garantía jubilatoria. De estos y tantos otros temas, la memoria social hará su balance y la militancia se rehará con las efectivas evidencias de un aprendizaje de urgencia. En cuanto a gobiernos de fachada, si tal calificación pudiese aceptarse en el razonamiento político, el actual gobierno parece serlo. La puntual coincidencia de poderes económicos, de los más elevados que puedan concebirse, con la piel traslúcida que ofrece la política para recubrirlos pasivamente, nos muestra la contracara del forzado republicanismo que proclamaban. Fondos secretos en el exterior, marchas y contramarchas poniendo a toda una sociedad como campo de pruebas, aumentos de tarifas decididos por un insaciable Leviathan abismando dramáticamente a una parte importantísima de la sociedad que se ve despojada súbitamente de tantos derechos adquiridos en estos años. Asistimos asimismo con consternación, al desprecio por los avances en el delicadísimo tema de los derechos humanos y de género, cursos de entrenamiento de ejecutivos para despedir personal como si fueran cursos de historia política o un taller literario, rutinas de “arrepentimiento” sobreactuadas y juras a la bandera alterando venerables rituales (reemplazados ahora por el “sí, se puede”), son apenas unas de las pocas menciones de las tantas que se pueden hacer a la masacre simbólica a la que someten al lenguaje político y al conjunto de la nación.
6 Un panorama de pasajes y veloces constricciones, ampara nuevas mayorías en Diputados y Senadores, con el vértigo forzado que le otorgan las almas recientemente catequizadas y quizás hasta arrepentidas, porque no “perdonadas”. Y que acaso no sería insolente decir “blanqueadas”. Sobran los nombres que por pudor omitimos.
Nos interesa señalar especialmente la anómala creación de una Agencia de Bienes Públicos en la ciudad de Buenos Aires, destinada a una insaciable especulación inmobiliaria en la Ciudad, que contó con el obvio apoyo del oficialismo y el voto copartícipe de algunos legisladores que representaban lo que debería ser la oposición –consagrando así un maridaje que tiñe de color oscuro toda nuestra actualidad– lo que debe condenarse en bien de una democracia urbana y de un conjunto de derechos adquiridos al uso del espacio público. Este inminente remate de zonas, edificios y terrenos destinados a la convivencia ciudadana en favor de una metrópolis expropiada de existencias colectivas, es un pisoteo de lo público tan condenable como el uso de sustancias contaminantes en la minería y el glifosato en la agricultura.
7 Damos testimonio de lo que surge ahora desde la convicción de haber apoyado un momento histórico de ampliación de ciudadanía y de derechos, de reconstrucción de lo público, de la intransigente y sostenida defensa de la soberanía política y económica frente al capital internacional y de disputa por una mejor y más igualitaria distribución de la renta material y simbólica. Ante esto, se ha generado un arrasamiento de la memoria instituida, que viene de la mano con una estrategia que busca asfixiar de contenido la fuerza emancipadora que durante 12 años recorrió la vida argentina en consonancia con el despertar, en Sudamérica, de proyectos y gobiernos que, a contracorriente de los vientos regresivos de la historia, buscaron, y lo siguen haciendo, caminos alternativos a los de la barbarie neoliberal. Barbarie esta que, con diversas iniciativas reaccionarias y antipopulares, vuelve a desplegar entre nosotros la derecha macrista. En apenas seis meses hemos sido testigos, no de una supuesta alternancia democrática, sino de una política de tierra arrasada que ha buscado revertir políticas sociales, económicas, culturales, de derechos humanos e institucionales hasta el punto de sentir, una gran parte de la ciudadanía, que nos han “cambiado” el país convirtiéndolo en una tierra de promisión para los “ricos” de acá y de afuera, mientras avanza el daño sobre los más débiles, habilitando una nueva y feroz regresión social. Por eso, presentan los actos de gobierno no como una democracia igualitaria, sino que los actos supuestamente igualitarios son tomados de un guión que emerge de una sofística “escuela de sabiduría empresarial”, donde conceptos como “meritocracia” y otros semejantes, recubren todo y parecen reemplazar los derechos a la igualdad con un sistema de puntajes puesto por los mayorales y capataces de las unidades de producción ya docilizadas y encuadradas en disciplinas siempre ajenas a la autonomía de los sujetos.
8 Lanzamos esta Carta luego de un período de silencio, en el que nos manifestamos por todas las vías que nos fueron posibles, en el que no cesamos de reunirnos y de discutir con fervor todos y cada uno de estos temas, acompañando, como tantos otros, las movilizaciones populares (desde aquella inolvidable del 9 de diciembre cuando cientos de miles despedimos a Cristina, pasando por el 24 de marzo más grande de los últimos años, el multitudinario acto de las centrales de trabajadores, la conmovedora y masiva concurrencia a Comodoro Py, la multitudinaria marcha de los trabajadores convocada por las dos CTA, la movilización histórica del pueblo de Comodoro Rivadavia, la masiva protesta de la comunidad universitaria y científica y las decenas y decenas de convocatorias espontáneas y horizontales que a lo largo y ancho del país –en clubes de barrio, en plazas, en centros culturales y políticos– siguen manifestando su vocación de defensa de los intereses populares, de resguardo de la memoria y de generación de lo más difícil de todo: la organización y las estrategias para avanzar en la consolidación de un proyecto emancipador con vocación de poder.
9 López está muy lejos de ser el arquetipo del kirchnerismo, ni tampoco su campanazo lúgubre y definitivo. Por eso nos reconocemos como defensores de las políticas transformadoras de los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner, políticas que deben predominar en el juicio justiciero sobre los demás aspectos que deben merecer agudas consideración autocríticas. Se evidencia en el macrismo, en cambio, ese insolente déficit de historicidad, que creen sustituible por un falso pluralismo (que es solo la réplica infinita de ese Uno que son ellos mismos), balbucean que existen personas, no conjuntos humanos; que hay individuos, no asociaciones públicas. Que la democracia no es más que la sumatoria de individuos egoístas convertidos en ciudadanos-consumidores en el interior de un país que ha olvidado lo común, lo compartido, lo solidario para dejar que los intereses mercantiles y la pura lógica del sálvese quien pueda vuelva a determinar el carácter de nuestra sociedad. Así, con esta misma varita que invierte la vida social, en el mismo cuento de hadas en el que el Presidente le sirve la sopa a una abuelita o a una buena vecina, se produce una amenaza gigantesca al trabajo con el raro pretexto –que debería motivar que las grandes organizaciones sindicales sean más contundentes en denunciar y tomar medidas de lucha–, de que destruyendo puestos de trabajo el futuro dadivoso nos derramará “trabajos de más calidad”. Estos subterfugios ornamentales encubren las viejas recetas neoliberales –aplicadas por Martínez de Hoz y Cavallo– ahora recitadas por el pobre pensamiento de un hombre de libretos desculturizados, y doblemente crueles por el hecho de que los dice con un aire de monaguillo inocente. Pongamos este razonamiento simplista, aunque espectacular, bajo las interpretaciones que deberían provenir de un sentido de la historia regido por los intereses de la clase trabajadora.
10 Al macrismo parece no importarle contar con suavizadoras apariencias para “disciplinar el trabajo nacional”, o para terminar asimilando totalmente Partido a Estado y Estado a lógica Capitalista. Sus actos son traslúcidos, hay un poder único, que en este caso representa muy bien la expresión a veces rápidamente empleada sobre un “poder concentrado”. En esa condensación, intentan sumergir a la clase trabajadora, que en los tiempos a venir se debatirá entre algunas de sus conducciones gremiales lamentablemente subsumidas en esa concentración económica, y las tradiciones de lucha antiguas, modernas y recientes, que hacen a la clase trabajadora, independientemente del modo en que hoy ha sido estamentalizada, una protagonista central de futuros reagrupamientos y llamados multisectoriales. Pues es la hora en que aleatorias diferencias políticas queden de lado en nombre de un nuevo efecto aglutinador que –por más que hayan cambiado las formas y métodos laborales en el capitalismo– producirá un mayoritario sector obrero, operario, asalariado y trabajador para reencaminar la tarea transformadora de lo social, recogiendo herencias notorias de épocas anteriores, que seguramente se resolverán en formaciones originales y de contornos frentistas.
11 Todo en el macrismo huele a impostura, salvo cuando algunos de sus principales exponentes, por extraños mecanismos que denuncian una falta de autocontrol, afirman que “era inconcebible que un empleado medio pudiese comprar un plasma o aspirar a viajar al exterior” o, con mayor contundencia y cinismo todavía, “que los pobres deberían saber que seguirán siendo pobres con todas las limitaciones que eso supone”. Una mezcla de viejo y apolillado clasismo con brutal sinceramiento (para emplear el concepto que los define, una suerte de cinismo patronal) que pone en evidencia el núcleo de su visión del mundo. Como lo que ocurre tiene el severo reborde de una tragedia, los personajes en juego adquieren rasgos imprudentes y actúan no en nombre de lo que saben sino de lo que ignoran. Pero en toda situación de esta índole, aparece la lógica dolorosa de la verdad, cuando los que soportan el escarnio retoman la palabra. Veremos aquí lo que será capaz de afirmarse y sostenerse desde nuestra voz no capturada por el aparato ventrílocuo de la condena oficial. Hace tiempo ha confeccionado un patíbulo surgido de la mente de acelerados editorialistas y veloces constructores de puniciones moralizantes. Leemos los textos de los editorialistas connotados. No reímos ni lamentamos. Sabemos que ellos cumplen su tarea derramando el escarnio obligatorio. Son necesarios para proteger crudos intereses: se aprueban leyes cuestionables y retrógradas o irregulares nombramientos como los de Rosenkranz y Rosatti, que ratifican la desconfianza hacia un poder judicial que se subordina mayoritariamente a los poderes fácticos. Esto se vio facilitado por los desdichados episodios como el del nocturnal Ingeniero López y ahora el del fronterizo Pérez Corradi. Son hechos reales que parece que ocasionan, mucho más que el deseo de esclarecerlos, la ansiedad de aplicarlos como “inversiones directas” en un régimen de abominaciones universales que protege la momentánea efectividad de sus pensamientos antisociales.
12 Si bien es una atractiva generalización decir que todo lo sólido se desvanece en el aire, es necesario admitir que las actitudes de este nuevo gobierno le agregan a una historia nunca calma, un complejo deleite de menoscabo, un ansia catastrófica que llega al límite de un fanatismo iconoclasta. Es cierto que todo momento histórico es un momento crítico y reclama no atemorizarse por las incertezas reinantes. Pero el caso del gobierno de Macri asombra por su implacable deseo de hacer totalmente reversible el inmediato pasado, no solo en el plano de los hechos, que siempre pueden revertirse, sino en el plano de la memoria, donde con un pensamiento propio de la razón cínica, tratan lo antes acontecido y sus símbolos, como una multitud de ruinas despreciables .
13 No es lo que pensamos nosotros. En este inmenso juicio a cielo abierto y sin anestesia, al que es sometido lo sucedido antes, actúan con el desprecio sistemático que proviene de un ritual preparado en una oficina nocturna de guiones policíacos. Con él no pueden substituir la opinión argumentada y cabal, sostenida en elementos de justicia, de defensa meditada de lo actuado y de madurada autocrítica, al punto que puede describirse como la violación alegórica de la Nación.
14 Porque creemos que la democracia no es sólo un acto electoral, a favor o en contra, sino también, una continua reinvención de prácticas y acciones que insistan con buscar la realización del bien común escapando al abrazo de oso del individualismo meritocrático (que destruyen no solo nociones colaborativas de trabajo sino al mismo individuo social). No habrá democracia si no se van abriendo las posibilidades de entrelazar la libertad con la igualdad, las expectativas personales con el abrazo solidario, las decisiones gubernamentales con la participación popular. Y si el edificio democrático no condiciona las pulsiones inmediatistas e irreflexivas de las lógicas capitalistas, la derecha neoliberal, una vez más, intentará borrar del diccionario y de nuestra habla cotidiana palabras y gestos esenciales, de aquellos que marcaron, desde el fondo de nuestra historia, las mejores y más virtuosas iniciativas para insuflar a la democracia de vitalidad, desafío y participación activa del soberano en la construcción de un país que, como durante los años del kirchnerismo, aspiró a ampliar la equidad, la libertad, la justicia y los derechos. En primer lugar, advertimos que por iniciativa del gobierno de Macri y la coalición empresarial y financiera que lo ha adoptado como filigrana agresiva que debe incrustarse en la conciencia colectiva, por primera vez en grandes contingentes de la población se experimentan sentimientos de saqueo material y vaciamiento cultural. El cómputo de estas desventuras arrasadoras viene acompañado de la revelación de inciertas promesas. Ese diluido futuro en que se “va a estar mejor”, pero ajustando salarios, reventando cuadros tarifarios en los servicios y, en otro plano fundamental, desmontando las implementaciones vinculadas a la soberanía tecnológica del país. Por eso, la asombrosa vaguedad e impudor de esos juramentos de pronto bienestar, parte de un nuevo marketing extravagante. Está fundado en idilios de felicidad sacadas del pobre maletín de los farsantes de todo cuño, sacristanes de la autoayuda y nuevos “Fukuyamas” que recitan las odas del fin de la historia. Nos obligan a pensar en acciones de contestación política que renueven el acceso a la democracia y reconstituyan la noción de resistencia democrática contra los nuevos protocolos de una opresión diseñada bajo equívocos slogans, que relatan incluso la fabricación de una empanada como la obra de una sociedad abstracta donde no hay fuerzas productivas o conflictos, ni fuerzas sociales con contradicciones, sino solo nombres de personas sometidas al realismo venturoso del trabajo aislado y los campos de soja triunfantes. Tristes, solitarios, finalmente purificados.
15 Esta atomización corrosiva del ser social, es el probable o improbable nombre con el que la derecha provocará la desarticulación de la vida en común. Y aunque no hace otra cosa que hablar de ella, suponiéndola inalterable pero amenazada por anatemas exógenos, sus protocolos de seguridad (latentes, sometidos a ensayo y error), sus medidas económicas o el lenguaje de sus funcionarios, son testimonio del grave factor de desequilibrio, incertidumbre y miedo que introducen en la historia, la que fue habitada hasta el momento por complejas y prudentes expectativas. Por eso ellos se visten con la utilería de los vengadores o expropiadores de lo que menos puede decomisarse, precisamente, la historia, una historia, cualquier historia. El vituperable caso de López y todos los que se les parezcan, son graves ante los ojos del presente, pero si la historia común mueve sus motores hacia la justicia y la renovación de las instituciones, será un asterisco doloroso que servirá de advertencia para todos los movimientos sociales y democráticos.
16 Hay que arrojar nueva luz sobre la comprensión de los desafíos y los límites que conlleva refundar un Estado saqueado y desguazado hasta casi convertirlo en un pellejo vacío por los portadores, antaño, de la misma ideología de quienes hoy vuelven a recurrir a fórmulas de ajuste, de distribución regresiva del ingreso y de endeudamiento. Con sus más y sus menos, con sus cualidades y sus improvisaciones, el kirchnerismo se hizo cargo, sin beneficio de inventario, de un país devastado y lo hizo sin recurrir a recetas fondomonetaristas, sin restringir sino ampliando derechos y salarios, avanzando en un virtuoso e inédito camino de desendeudamiento que vino a frenar la siempre activa trama de corrupción que les permitió, a los grandes grupos económicos, vaciar las arcas públicas y fugar miles de millones de dólares a lo largo de los años. Todo debate sobre la corrupción no puede dejar de tocar este punto decisivo, que los Panamá papers representan como momento crucial y abstracto del flujo del neocapitalismo, con sus nuevas bisagras de ilegalidad e invisibilidad opresiva, fusionados con servicios de inteligencias mundiales y grandes operaciones decisionistas, en lo militar y financiero entrelazados. Lo demás es el persistente ocultamiento que desde los medios de comunicación concentrados y hegemónicos (socios activos del gran capital) se ha hecho para beneficiar y proteger a los grandes evasores y fugadores seriales de divisas que mantienen activos externos por más de cuatrocientos mil millones de dólares, los mismos a quienes hoy se busca “reparar y proteger” a través del ya mencionado blanqueo de capitales. Esta blancura es aparente. Aunque amparada en la publicidad organizada sobre hechos aborrecibles que condenamos y otros de menor envergadura que también deben merecer nuestra reflexión autocrítica, los estandartes del macrismo son los de la capitulación de los trabajadores argentinos, los de la pérdida de las nociones igualitaristas, los de la desmotivación para las luchas y los de la quiebra de la autonomía nacional. Pero ante esto, muchos somos los resistentes democráticos, los trabajadores de ayer y de hoy, que portan signos de la memoria y se incorporan ahora a los motivos esenciales de la vida justa, que darán testimonio para no permitir la expropiación general de la existencia colectiva
¿Quién lee estos mamotretos? ¿A quién le importa la opinión de ésta gente? ¿Los necesitamos?