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CAUSA AMIA, VIDEOS Y MENTIRAS: Las macanas del agente Lifschtiz

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Pluma Lifschitz. Reportaba a los Halcones de la Federal y sigue cuidándoles las espaldas.
Pluma Lifschitz. Reportaba a los Halcones de la Federal y sigue cuidándoles las espaldas.

La SIDE no se quedó con videos que nunca tuvo porque no quiso tenerlos. En cambio sí lo hicieron la CNN y la Policía Federal, con quien nadie quiere meterse. El encubrimiento continúa y sólo Cristina acaso pueda cortarlo. ¿Por qué nadie recuerda que, como el mismo admitió, Lifschitz fue introducido como espía de la Federal en el juzgado de Galeano?  

A raíz de la muerte del fiscal Nisman, la causa AMIA ha vuelto a ponerse en primer plano, evidenciando que no hay casi nadie que entienda de qué se trata, producto de dos décadas de desinformación contínua por los grandes y los medianos medios. En este contexto, 678 y otros programas de la televisión pública presenta al abogado Claudio Lifschitz, quien fue secretario del juez Juan José Galeano y que terminó denunciando unas cuantas (pero no todas) sus maniobras para desviar las investigaciones a una vía muerta, como un experto. En cambio evita  sistemáticamente  recordar a los desprevenidos televidentes que Lifschitz ingresó al juzgado de Galeano como infiltrado del servicio de inteligencia de la Policía Federal, al cual reportó durante todo el tiempo que estuvo allí. Incluso creo recordar que alguna vez el propio LIfschitz admitió que informaba directamente al execrado comisario Jorge «Fino» Palacios.

Por supuesto tampoco se advierte a la teleaudiencia que efectivos de la Policía Federal (del disuelto ¡por eso mismo! Departamento de Protección al Orden Constitucional, DPOC, así como de otras ramas de la Superintendencia de Seguridad Federal, de varias comisarías,  de los bomberos y su Departamento de Explosivos, entre otros) estuvieron involucrados desde un primer momento, tanto en la detonación de las bombas (hubo un evidente levantamiento de la custodia, compuesta por dos efectivos de las comisarías 5ª y 7ª) como en el encubrimiento de los asesinos.

En este contexto, Lifschitz se la pasa diciendo verdades, medias verdades y mentiras sin que nadie le contradiga.

Nos referiremos ahora a una de las mentiras que Lifschitz repite sin cesar: que la SIDE tiene en su poder videos de los muchachos que estacionaron en las inmediaciones de la AMIA la supuesta Trafic bomba, y que, teniéndolos, no los aportó a la causa.

La verdad es muy diferente: Los muchachos que estacionaron una Trafic (en la gigantesca playa aledaña a la Facultad de Medicina, con entrada principal por la calle Azcuénaga, a tres cuadras y media de la AMIA, que entonces se llamaba Jet Parking) lo hicieron con grandes aspavientos («espamento», dicen los lunfas, «haciendo bandera», decíamos en mi juventud) contratando una estadía de días (aunque parecen haberla retirado ese mismo viernes 15 de julio de 1994 o más tardar el sábado) y mostrándose uno de ellos a todos los empleados, cosa de que no se olvidarán de esa ignota Trafic blanca, tan común en el Once como un camello en un oasis.

Unos minutos antes también habían hecho espamento al obcecarse en dejar la Trafic en el primer piso del estacionamiento del Sanatorio Otamendi, también sobre la calle Azcuénaga y a media cuadra de aquel, a pesar de que a simple vista se veía que no pasaba por su entrada, que es muy baja. Con este pretexto, uno de los muchachos -todo indica que el mismo que habría de repetir el show escasos minutos después- se embarcó en una absurda discusión con el encargado, un suboficial retirado del Ejército nacido en San Juan.

Al igual que los empleados de Jet Parking (dónde el muchacho que entró a la administración dio como domicilio en un castellano gutural un hotel en el que solían alojarse transitoriamente diplomáticos iraníes de segundo rango) el militar sanjuanino recordó que en la planta baja no había lugar y aquel necio muchacho se obstinaba en ascender con la Trafic por la rampa aunque a ojos vista no podía entrar al primer piso, y que durante aquella absurda discusión el muchacho chapurreaba con un acento raro, inidentificable.

Una disgresión: la necesidad de los asesinos de que se fijara la atención en una Trafic blanca fue tal que según dijo un ntestigo y consta en el expediente judicial, hubo una (la misma u otra, tanto da) que recorrió el barrio (Once) el sábado 16 por la la noche mientras sus ocupantes proferían gritos de insulto y amenaza contra los judíos,

También informó el encargado del Sanatorio Otamendi que allí había varias cámaras de estacionamiento que registraron la escena.

Claudio Lifschitz afirma que la SIDE retiró esos videos y nunca los aportó a la causa, pero no es así. La SIDE -y esto es todavía más escandaloso- dijo que pasaría a buscar los videos pero nunca lo hizo, y al cabo de unos cuantos meses, fueron reutilizados por el propio estacionamiento, según narró escandalizado el encargado a quien escribe.

¿Por qué la SIDE no retiró los videos? Porque averiguó rápidamente quienes eran los muchachos intervinientes en la maniobra: dos hermanos, uno estudiante de medicina y otro de kinesiología,  y su amigo y vecino -todos vivían en el corazón de San Telmo- un agente de la Policía Federal que prestaba servicios en la Comisaría 47. Los tres allegados a Alejandro Monjo, un vendedor de autos «reciclados» en sociedad con altos oficiales de la PFA. El mismo que había provisto de una Trafic siniestrada a Carlos Telleldín.

La SIDE detuvo a los tres en San Telmo, pero como esto -el detener a nadie- no está dentro de sus facultades, «blanqueó» esas detenciones entregándoselos a la PFA. Como se trataba de «fuerza propia» (además de que uno era agente, los dos hermanos -el estudiante de medicina dijo ser fotógrafo profesional, pero no pudo explicar para quién había sacado una sola foto- tenían todo el aspecto de formar parte de la red de «plumas» (es decir confidentes a sueldo como Lifschitz) luego de tomarles declaración, los liberó.

Incluso (con el para mi obvio propósito de protegerlos y confundirlo todo, un oficial del DPOC) detuvo injustificadamente a un estudiante de medicina de mismo curso que el hermano mayor, y de nombre muy parecido al del hermano menor.

Por cierto, el hermano menor y estudiante de kinesiología (que es el que parece haber dado la cara en los estacionamientos) tan pronto se produjo el atentado viajó a una isla del Caribe (¿de festejo?) sin haber sacado jamás su pasaporte, por lo que puede colegirse que utilizó uno falso. En  una isla del Caribe se encontraba ya Monjo.

Parece claro que fue por este motivo, porque sabía que los espamentosos eran o estaban vinculados a la Policía Federal, que la SIDE nunca fue a buscar los casetes de video al Sanatorio Otamendi ni su lacayo Galeano se lo reclamó.

Denuncié estos hechos presentándole un grueso dossier a Galeano, al que le pedí que volviera a detener a los tres: los hermanitos de apellido alemán y su amigo policía y aparente chofer.

Escribo estas líneas desde el lugar donde paso unos días de veraneo, sin acudir a archivos, desconectado de internet. Sin embargo, no es por eso que no pongo los nombres propios de «los causantes», como los llaman los documentos internos de la SIDE, ya que los he nombrado muchas veces (¡y publicado sus fotos!) no sólo en mi presentación ante el juez Galeano, sino también en mi libro AMIA. El Atentado. Quienes son los autores y por qué no están presos (Planeta, 1997) producto de más de tres años de investigaciones al servicio de la propia AMIA, y en decenas de artículos periodísticos -muchos de ellos publicados en Nueva Sión- muchos de los cuales están en la red. Trato de fomentar la curiosidad de un público anémico ante tanta brutal impunidad: Al que le pique, que se rasque.

Los videos de la Federal

El ¿ex? agente de la Federal Lifschitz, en cambio, cuenta una arrevesada historia de cowboys para justificar que –tal como afirmaron distintos testigos- no recuerdo ahora con precisión si en la noche del domingo o en la madrugada de aquel lunes aciago, un helicóptero de la Policía Federal se detuvo cual colibrí sobre el edificio de la AMIA, hecho que a priori sólo tiene dos explicaciones: a) que sabían que se iba a cometer el atentado y no hicieron nada (que no pudieron evitarlo, en la versión de Lifschitz) y, b) que participaron en el ataque de algún modo.

Al respecto, hay investigadores oficiosos que postulan que desde el helicóptero se bajó el artefacto explosivo que –a simple vista se ve- estalló adentró del edificio junto a la medianera que da al suroeste, hacia la calle Tucumán. Una hipótesis a mi juicio demasiado rocambolesca y jamesbondesca para ser cierta, siendo como es que una ascensorista de la AMIA atestiguó que poco antes de la explosión se introdujeron en el edificio bolsas de materiales de construcción (hay que recordar que el edificio se encontraba en refacciones).

Concentrémonos pues en la primera hipótesis, la que el ¿ex? agente Lifschitz admite. Ese helicóptero estaba provisto de un excelente equipo de video, donación de una empresa de Alfredo Yabrán. Cuando se le inquirió a la PFA que corno hacía el helicóptero allí, ésta dio una respuesta inverosímil: que vigilaba posibles manifestaciones a causa de la finalización del Mundial de Fútbol celebrado en los Estados Unidos (que había ganado Brasil por penales a Italia luego de 120 tediosos minutos). Y cuando se le pidieron los videos de aquella jornada, simplemente no contestó.

Son estos videos claves lo que no se aportaron a la causa y no los del estacionamiento del Sanatorio Otamendi, que nunca se pidieron ni se fueron a buscar.

Y es que, al parecer, todo indica que la Policía Federal goza de un bill de indemnidad.

Hasta el punto de que el subdirector de Página 12, Martín Granovsky, publicó ayer que la razón por la que la PFA se entregó a un extendido y profundo encubrimiento de los autores del ataque fue… proteger a altos oficiales que lucraban del negocio de los desarmaderos. Y Rolando Graña, en su programa Tercera Posición (América TV), ni siquiera mencionó a la repartición a pesar de haber sido en sus épocas de la CNN del autor de un excelente reportaje, hecho en el Departamento Central de Policía, a los efectivos directamente involucrados. Por ejemplo a los debían haber estado en la puerta de la AMIA y no habían estado, y al jefe de Explosivos de los Bomberos, uno de cuyos efectivos truchó las pericias en un intento de que no pudiera determinarse qué explosivos habían utilizado los terroristas.

Este mismo oficial (que tenía un hermano también experto en explosivos pero de la Policía Bonaerense, hermano que había sido enjuiciado por la voladura de la planta emisora de Radio Belgrano y de la sede del Partido Comunista en Morón) fue el que dijo haber haber encontrado el pedazo de block de motor entre los escombros de la AMIA y firmó el acta respectiva… pero cuando más de una década después debió prestar testimonio en el juicio, se desdijo y reconoció haber mentido: el trozo de motor se lo habían dado, dijo entonces, los militares israelíes que oficiaban de “rescatistas” y él se había limitado a firmar.

En ese momento el juicio debió haberse terminado, ya que todo él se basaba en ese hallazgo. Sin embargo, el juicio continuó porque había que sostener una “razón de estado”, la farsa de la camioneta-bomba, el chofer libanés suicida y la instigación o autoría intelectual de Irán.

Volvamos a aquel excelente reportaje de Graña. Tan pronto se emitió, desde el cuartel central de la CNN en Atlanta se le ordenó a la oficina de la calle Florida que remitiera de inmediato lo emitido y también los crudos, motivo por el que obviamente tampoco están en la causa. El mismo Graña me lo contó con visible amargura.

Han pasado los años y Graña no sólo recordó ahora aquel incidente sino que emitió un video ostensiblemente pergeñado por los servicios secretos de Israel sin hacer ningún comentario, esto es, convalidando su contenido: Moshen Rabbani es un terrorista muy malo que estaba cerca de Jet Parking cuando terroristas iraníes (¿) estacionaron allí la Trafic-bomba con que habrían de embestir a la AMIA, etc. La piedra basal del encubrimiento. En ese documental también aparecen dos oficiales del Tshal (a los que no se identifica) que se afirma integraron el contingente de «rescatistas» de la Fuerza Armada Israelí y afirman haber encontrado el pedazo de motor.

Lo acreditado es que cuando estaban a punto de marchar a Ezeiza para regresar a Israel, el lunes 25 de julio al anochecer, el jefe de los «rescatistas», general Zeev Livne (cito de memoria) pidió la presencia de periodistas. La única que se acercó a esas horas fue la joven y bella Cynthia Ottaviano, que trabajaba en el diario «La Prensa». Livne le dijo que sus hombres habían encontrado entre los escombros restos perfectamente identificables no sólo de la camioneta-bomba, sino también de su conductor kamikaze, un embuste total. Ottaviano publicó esa supuesta información y quedó tan golpeada por su evidente falsedad que según me dijo en una entrevista telefónica, pasó años sin escribir notas de política.

Gente de la producción de Tercera Posición me había invitado a ir al programa. Me alegro de no haber podido ir. Aunque hace más de una década que no hablamos personalmente, en el pasado Rolando y yo tuvimos una estrecha relación y en esa circunstancia no hubiera tenido más remedio que reprocharle su actitud, pésima manera de reiniciarla.

Lo repito: si no pongo hoy los nombres de los manipuladores de la Trafic supuestamente rellena de explosivos ni la de los policías involucrados es porque quiero fomentar la curiosidad pública por los avatares de una causa que ha sido falseada desde un primer momento, ya que –y en esto coincido con Lifschitz- no es cierto que haya sido el supuesto hallazgo de aquel trozo de motor lo que permitió llegar a Telleldín: en el propio expediente consta que Galeano ordenó intervenir el teléfono de su domicilio de Villla Ballester (a fojas 114, si mal no recuerdo) con anterioridad.

Y es que la Historia Oficial es falsa desde su origen: fue impuesta por los asesinos y ratificada por quienes conformaban el objetivo del ataque-mensaje (¡Paguen lo que deben!), la DAIA. Pero el hecho de que ni Stiusso ni Nisman puedan garantizar ya que no se la cuestione, no quiere decir -en absoluto- que quienes los sucedan vayan a hacerlo.

En éste, como en otros muchos temas, Cristina parece ir mucho más adelante que sus colaboradores. ¿Se atreverá a derribar el becerro de oro de la camioneta-bomba y su chofer suicida?

No lo sé. Pero, por si quisiera hacerlo, insisto en que la clave es la voladura de la Embajada de Israel, dónde el engaño está tan cerca de la superficie y a la vista como el caño de obras sanitarias que la falsa F-100 bomba no rompió y el cráter que, por inexistente, provocó suspicaces ironías de los cronistas de La Nación.


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6 comentarios

  1. La verdad es que hace 20 años que vengo leyendo sobre el tema, y siempre me pareció que habia demasiadas mentiras. Tantas como ahora. Encubrimientos que siguen dandose, y la ultima la de Nisman. No se si se mato o lo mataron. Pero fue un eslabon mas en la cadena del encubrimiento.Y todos sabemos que ningun gobierno hizo nada por romperla. Salvo la intencion de los K. Acusar a Cristina me parece el último golpe de alguien que se quedaba pedaleando en el vacío con una acusación inconsistente a quien la SI ya no apoyaba, por que Stiuso goza de su jubilación.¿Quien lo iba a abastecer de informes? Tendria que trabajar, me imagino. Y me pa que se habia acostumbrado a las mieles de la plata fácil. No se. Por ahi prejuzgo.Pero no muchos empleados judiciales viven en Pto Madero y tienen un Audi y se van un mes a Europa…Y menos tienen empleados a quienes les pagan $4o.000 por mes. Y si me dicen que recibia plata de la AMIA y la DAIA por su trabajo me parece peor,por que afectaba su independencia. En fin, que no se mucho (o mas bien nada) y no deja de sorprenderme la «carancheada» de los políticos de mierda que tenemos. Ahi están todos, fieles a si mismos.

  2. Eh leído libros sobre AMIA,sin ir mas lejos uno de J.Lanata,pero no tan ilustrativo como este informe.saludo Juan.

  3. me parece barbaro el relato de los hechos, pero me queda una duda ? por que motivo los federicos hicieron el hecho¿¿ Economico????
    alvaro

  4. Hola Juan! que ocurre que ahora tienes tanto odio hacia mi? hemos compartido muchos cafes e incluso en tu casa y siempre supiste que trabaje como oficial de inteligencia de la Policía Federal. Labor que presté y de la que no reniego ya que luche contra el narcotráfico durante 6 años. Yo cuento lo que pienso y creo que es así desde mi punto de vista e independientemente de a quien beneficia o perjudican mis comentarios. De mi lado sigo teniendo el mismo respeto desde siempre por tu trabajo como periodista. De todos modos quedo a tu disposición para que tengamos un debate donde quieras y digas y delante de quienes elijas para ver qué cosas crees que oculto o bien no digo la verdad. Como no tengo nada que ocultar y digo lo que pienso sin filtro no tengo ningún problema en que se haga esa entrevista debate en el lugar y día que vos indiques. Así, te sacas las dudas que tengas sobre mí. Y sino llamame y consultarme aquello que no te cierre o bien creas que oculto o miento. Un abrazo. Y sorprendido por lo que de causalidad acabo de leer, reitero, teniendo en cuenta las largas charlas y encuentros que ambos hemos tenido sin que jambas me recriminaras ningún pasado

    1. Claudio: Nunca tuvimos una relación estrecha, ni tan largas conversaciones, y no recuerdo ahora que hayas estado en mi casa (lo que no quiere decir mucho, ¿estaba Ariel?) pero no tengo mayores dudas sobre vos. Lo mío no es nada personal. Lo tengo clarísimo porque no me caes mal, al contrario. Se trata de que miembros de la PFA participaron en la postura de las bombas, y que tus declaraciones, por el motivo que sea, siempre encubren este hecho crucial. Y que tus entrevistadores, sistemática obvian informar que no naciste de un repollo. Acepto con gusto cualquier encuentro para debatir el tema que nos apasiona, ya sea a solas o frente a cualquier público.

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