EL PERRO Y EL PÁJARO por Gabriel Fernández
Lo subió a su Facebook el compañero que dirige La Señal Medios y la parte periodística de Radio Gráfica. Lo acabo de ver y lo publico. Va un comentario mio debajo de todo. JS
PERRO. Siempre rinden las polémicas ¿no? Bueno, pueden ser una interesante lectura entre conflicto y conflicto, entre denuncia y denuncia. Me pareció valioso incluir las consideraciones al respecto de Juan Salinas, porque los conozco a ambos, y más precisamente, porque han estado enfrentados con cruces gravísimos acerca de la esencia misma del trabajo que realizan.
Cosa curiosa: aunque desarrollo el oficio en base a los datos corroborados, la intuición me salva; me orienta. De hecho, todo lo que se dice contra Horacio lo escucho hace muchos años, y las versiones sobre Juan –querido amigo- también. Como director del diario de Madres, hace bastante, recibí un sobre cerrado y anónimo con la fotocopia del libro de Güiraldes con unas líneas de presentación efectuadas por Verbitsky. La intención del no remitente era obvia: denuncialo ahí, vos que podés.
Sentí que valía dejar de lado la propuesta tácita. Antes de morir, Tito Paoletti me había impuesto de los rasgos de Horacio, de quien era conocido mucho tiempo atrás. De sus virtudes y sus falencias. El tema es que ambas se conjugaban, llevándolo a buscar siempre una primacía laboral comprensible para quienes amamos adictivamente este trabajo. Pero ni se le ocurría –ambos habían estado ligados a la CGT de los Argentinos y la charla en cuestión se registró pasada la dictadura- vincularlo a los servicios de inteligencia o acuerdos semejantes.
En aquella conversación post cierre de edición, concretada sin prisa en un bodegón de Parque de los Patricios, Tito indicó, para mi orgullo, que también contaba con esa impronta sensitiva al reconocer personas y sucesos. Viene a cuento porque yo me preguntaba por qué el talentoso generador del primer diario cooperativo del país y articulista central de un tramo de La Voz confiaba en mí para llevar adelante esta bandera: “Vos, tenés la marca en el orillo”. Lo cual incluía, en primera instancia, el origen social, y luego lo demás, relacionado con la escritura y la profesión.
Bueno, extrañamente para algunos, percibí lo mismo en casa de Horacio, hace mucho pero con Tito fuera de este planeta, por infinidad de motivos. Ahora bien: el caso de Juan es importante porque las acusaciones, como explica más abajo, venían de la usina de Verbitsky. Y aunque conocía al emisor antes que al Pájaro, resolví ignorar el runrún y sostener el vínculo. Era difícil, porque Juan andaba laburando para Vilas – Manzano, caramba, y las versiones se fortalecían con el andar periodístico de ese grupo. Pero charlé con Juan, entonces aquejado de un felizmente superado grave problema en la garganta, cené con él, leí sus notas y me pareció tan genuino que hasta hoy recomiendo su página cuando puedo.
Qué decir de todo esto: Enormes periodistas. Y, con las características bien diferenciadas de cada uno, grandes compañeros. No se puede decir lo mismo de Lanata o Levinas, otra cosa, sin dudas.
Pero hay un trazo más, que era lo que me interesaba señalar. Como esto es conversación serena, no está en el copete y lo pongo acá: los nacionalistas elitistas, de cuño antipopular, fueron antiperonistas durante el peronismo y antikirchneristas durante el kirchnerismo. Con ampulosidad patriotera, eso sí. Han hecho, y hacen, el bombo necesario para ampliar la repercusión de las “denuncias” formuladas por los medios concentrados. Se intentó desmerecer a Tito por “marxista”, cosa que lo alegraba. Y hacía reír y enojar, me cuentan, al obispo Angelelli. A Horacio por agente de las ONG norteamericanas antiargentinas y al Pájaro por botón.
Tal vez mis amigos son unos atorrantes, tal vez no me doy cuenta. Prefiero considerar que he conocido a algunos de los mejores periodistas de la época, y les guardo el respeto adecuado.
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Dice Juan Salinas en Pájaro Rojo: “En los años ’80 Verbitsky fue acusado por Rodolfo Galimberti (que después admitiría, ingresó a comienzos de esa década en la CIA) de lo mismo que lo acusa ahora Gabriel Levinas (haber trabajado para la Fuerza Aérea de la dictadura) más alguna otra cosa, por ejemplo haber participado en la colocación de una bomba en la entrada del Edificio Libertador con el objetivo de matar al general Videla muy poco antes del 24 de marzo de 1976, cuando Videla fue entronizado para dirigir, real o formalmente, el exterminio. Ya entonces defendí a Verbitsky de aquellas acusaciones en El Porteño, diciendo lo que él no podía decir: que en cualquier caso, haber querido matar al tirano en ciernes no sería en absoluto un demérito sino todo lo contrario.
«Esas acusaciones fueron luego retomadas por un montón de tipos vinculados a los servicios de inteligencia de la dictadura.
«A principios de los ’90 HV me hizo mucho daño y nos distanciamos. La paradoja es que yo lo critiqué ácidamente varias veces, incluso aquí, en el Pájaro Rojo, a causa de sus innegables buenas relaciones con Clarín, que ahora lo persigue.
«Otra paradoja es que, en el ínterin, y a pesar de estar enemistados, a pedido de su abogado, Carlos Prim, declaré a favor de HV en un juicio en el que un allegado a la Policía Federal quería sacarle dinero… ¡en base a lo que había dicho Levinas! a quien había entrevistado a propósito de la inexistencia de la supuesta Trafic-bomba y la negada existencia del volquete explosivo.
«Curiosamente, mientras Verbitsky comienza a hablar de estos temas, Levinas guarda silencio.
«Verbitsky es, con todos sus defectos y las injusticias que a veces comete, el mejor periodista de este país, y bien puede defenderse solo, pero tampoco está mal poner las cosas en su sitio.
«Lo que no puedo dejar de expresar es mi profundo desagrado por la actitud de Levinas, fundador de la revista “El Porteño” (mi último amor pasional en materia de medios) que parece dispuesto a hacer lo que sea con tal de estar en el candelero y disfrutar de algunas de las prerrogativas de las que goza Jorge Lanata, el mascarón de proa del Grupo.
PS: Levinas me llamó por teléfono hace un par de meses. Quería que yo cargara las tintas sobre mis afrentas y resentimientos con HV, basados en cosas que HV le dijo a sus allegados hace un cuarto de siglo, cosas que transcendieron y me dejaron servido en bandeja para la maledicencia de los mismos que hoy, si pudieran, lo despedazarían a él. Me negué a hacerlo. Mis cuitas están en el libro de López Echagüe, en el que HV, con tanta cintura como Nicolino Locche, se defendió diciendo que él no me había impedido entrar en Página/12, algo de lo que yo nunca lo acusé ya que estuvo clarísimo desde un principio que Lanata nunca me iba a llevar consigo pues nos habíamos enfrentado reiteradamente en El Porteño.” JS
Comentarios
Gabriel Fernández: Aclaro para los que acceden a este texto ahora, que tiene su origen en la polémica suscitada más abajo, en estas mismas páginas, a raíz de la publicación de un artículo de Horacio Verbitsky en La Señal Medios.
Richard Daniel Lustemberg: El tema de los aportes del NED, Open Society y otras ONG de aquellas, al CELS no deja de llamar la atención. Más allá de lo que diga Levinas, ni la CIA, ni Soros , ni el FO dan guita y apoyo logístico por caridad.
Cristina González Guerci: Ante cada comentario analizo de dónde proviene y a quién perjudica. La respuesta llega rápido. Gabriel tus amigos son unos atorrantes, pero también son lo mejor de cada casa.
NOTA DEL EDITOR:
A mi regreso del exilio, en 1984, me integré a una agrupacion de periodistas que se llamaba «Rodolfo Walsh» en la que estaba Verbitsky, a quien visité de vez en cuando en sus oficinas de la calle Lavalle hasta comienzos de los ’90. Como hice el servicio militar en el cuartel de La Tablada y el infausto 23 de enero de 1989 cubri su asalto por una parte del MTP junto a Ricardo Ragendorfer (dio la casualidad que aquel lunes tuvimos reunión de redaccion de El Porteño), me puse a escribir el que fue mi primer libro (junto a Julio Villalonga, a quien había conocido en la redacción de El Periodista) precisamente sobre aquel asalto y todo lo que lo rodeaba, libro que terminó llevando como título «Gorriarán, La Tablada y las ‘guerras de inteligencia’ en América Latina». En un momento, los servicios de inteligencia y sus serviciales periodistas entraron a propalar el rumor de que el jefe de los asaltantes, Enrique Haroldo Gorriarán Merlo, era accionista inicial del diario Página/12, entonces dirigido por Lanata, con quien me había peleado cuatro años atrás, en 1985, en la primera redaccion de El Porteño cooperativo. Así las cosas, la plana mayor del diario se reunió, y haciendo dos inferencias seguidas (que yo le daba crédito al bulo y que lo iba a sostener en nuestro futuro libro) decidieron desacreditarnos preventivamente, acusándonos ligeramente de confidentes de la policía, vulgo, «botones», acusación de la que también participó Gorriarán, quien sin embargo también acusaba de «servicio» al propio Verbitsky (en una muestra de vitriólico humor negro sus partidarios volantearon la recova de la Plaza Miserere con un texto obviamente suyo en el que se precisaba que mientras Horacio cobraba en «divisas», yo lo hacía pesos). Verbitsky participó de esa reunión y de esa decisión, y sin llamarme ni preguntarme qué es lo que estaba escribiendo y cuáles eran mis planes de publicación, les dijo a sus epígonos de entonces (conocidos como «los chicos 10», entre los que revistaban Ernesto Tenembaum, Martín Granovsky, Martín Caparrós, Claudia Acuña, Sergio Ciancaglini y Gabriela Cerruti, entre otros) en la casa de la recientemente fallecida Sylvina Walger que yo estaba vinculado con los servicios, o con la policía (no estaba allí, por lo que carezco de mayores precisiones, pero participantes de ambas reuniones me dieron distintas versiones de cuales fueron sus palabras), haciéndome un daño tremendo que si no fue mayor fue porque aquel mismo año salió a la calle el diario Nuevo Sur, financiado por el Partido Comunita, y su director Eduardo Luis Duhalde, me contrató como redactor especial. Contra la opinión de Julio Villalonga, antes de publicar nuestro libro le pasé su texto a Verbitsky a fin de que lo expurgara de todo lo que molestase a Página/12. Me prometió que a cambio retrotraeríamos nuestra relación a fojas cero y dejaría de estar prohibido en el diario. Pidió que sacaramos ocho parrafitos y así lo hicimos. Pero no cumplió su parte, al punto de que en 1997, cuando Tomas Eloy Marínez iba a publicar una entrevista que me hizo Gabriela Esquivada a propósito de la aparición de mi AMIA. El Atentado… la dirección del diario, probablemente Lanata, se lo prohibió. En protesta por esa situación, duramnte varios meses T.E,M. se negó a publicar reseñas de libros periodístico-políticos.