AMIA – PFA. Una serie muy promocionada tiene como eje el protagonismo de policías federales en el atentado

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El verdadero Iosi, cuyo paradero se ignora.

Ayer Prime, es decir Amazon, estrenó los ocho capítulos de “Iosi, el espía arrepentido”, de Daniel Burman sobre el libro homónimo de Miriam Lewin y Horacio Lutzky, con actores tan atractivos para el gran público como Natalia Oreiro. Hoy quedé muy impresionado por la publicidad que tuvo el lanzamiento: Clarín y La Nación aparecieron encartados, ensobrados en dicha publicidad, y el diario deportivo Olé insólitamente le dedicó la tapa. Ya antes, hace una semana, el suplemento Radar de Página 12 había publicado una buena crónica (“El espía que vino del once”) que adelantaba el lanzamiento (lamentablemente no está en internet todavía). Anteayer publicó una reseña Infobae que contiene “la cola” de la serie (“sinopsis” dicen con mayor propiedad los uruguayos, que aportaron locaciones y capitales).

Escribo esto antes de zambullirme en la serie, sobre la que prometo escribir todo lo necesario. Al fin y al cabo, dediqué todo un cuarto de siglo a investigar los atentados a la Embajada de Israel y a la DAIA-AMIA. En principio me parece una noticia extraordinariamente buena por lo que le comenté ayer mismo por guatsáp a Burman (a quien no conozco personalmente). Le dije que ya en 1994, luego de que Pedro Brieger, a la vista de la parálisis de la investigación oficial confiada a la Policía Federal, convenció al entonces presidente de la AMIA, Pedro Crupnicoff de conformar un equipo de investigadores independientes y me reclutó como su segundo, tras un mes y algunos pocos días de trabajo, estaba claro que efectivos de la Federal estaban involucrados hasta la coronilla tanto en la ejecución del atentado como en su encubrimiento. Entonces sucedió que el titular de la DAIA, Rubén Beraja le dijo a Crupnicoff que los llamaban desde Israel, fueron a Tel Aviv y allí les pidieron ¿ordenaron? que disolvieran este equipo, que estaba conformado además de por Pedro y por mi, por otros cinco investigadores. Para mayor escarnio, quien se llevo la fotocopiadora y las copias de los primeros 13 cuerpos del expediente con los que habíamos trabajado –entre otros útiles– fue la única persona que yo sabía que reportaba al Mossad.

Durante un tiempo, ya sin Brieger, un pequeño grupo también integrado por quien era entonces el jefe de Documentación del CELS y dos jovencitas, una de las cuales es hoy diputada nacional, seguimos investigando por nuestra cuenta, hasta que por fin nos revinculamos con la AMIA a través del abogado que se encargaba del caso, Luis Dobniewski, quien consiguió que la AMIA pagara nuestro trabajo. A todo esto, no puedo negar que, sabiendo el grado de involucramiento en el acto terrorista de policías federales (aunque no del jefe de la repartición, comisario Jorge Luis Passero, al que el presidente Menem relevaría junto a toda su plana mayor en apenas 48 horas, no fuera que se pusieran a investigar) tenía miedo. Para conjurarlo, terminé viajando a Madrid para dejarlo puntualizado en manos del juez Baltasar Garzón, pidiéndole que lo hiciera público si me pasaba algo.

Luego de publicar mi primer, fallido libro sobre el tema (fallido porque Dobniewski se empecinó y consiguió que siguiera la falsa pista que permitió encarcelar al comisario Ribelli y otros policías bonaerenses que distaban años luz de ser unos ángeles pero que nada tenían que ver el atentado), AMIA, El Atentado. Quienes fueron los autores y por qué no están presos (Planeta, 1997), inicié una larga travesía del desierto (porque no había nadie en revolver el avispero y poner en cuestión la hedionda Historia Oficial) en la que para despuntar el vicio publiqué Narcos, banqueros y criminales (Punto de Encuentro, 2006) a fin de aclarar el contexto ìnternacional en que se habían detonado esas bombas. Por fin, el suicidio de Alberto Nisman me dio la oportunidad de encarar el tema de fondo.

Así fue como publiqué no uno, sino dos libros. El primero fue Caso Nisman. Secretos inconfesables (Punto de Encuentro, 2015) y el segundo La infAMIA (Colihue, 2018). Fue en el primero en el que di cuenta sobre el final de la escabrosa historia del agente de inteligencia de la PFA que estuvo largos años infiltrado entre los dirigentes de “la cole” judía, hasta que tiempo después, convencido de que sus labores de “topo” habían servido para que se consumara el ataque a la DAIA-AMIA se puso en contacto con Miriam Lewin y Horacio Lutzky. Para mi satisfacción, pude publicar la historia antes de que se publicara y pudiera leer el libro de Lewin-Lutzky, cuando comprobé que no me había equivocado.

Ofrezco a los lectores de Pájaro Rojo ese capítulo, en la esperanza de que no estoy espoileando la serie, que necesariamente deberá tener partes ficcionadas y polémicas. Lamentablemente Burman me dijo que rodó los ocho capítulos sin leer Caso Nisman… y atento a la publicidad que ha recibido de los principales medios encubridores, temo que él y su guionista, Sebastián Borenzstein, ya sea por no meterse en problemas o por presiones de sus anunciantes, hayan omitido lo que Iosi no omitió: que jamás hubo una Trafic-bomba (del mismo modo, que tampoco hubo una camioneta bomba en la Embajada de Israel), esto es, la piedra basal del encubrimiento. Ojalá me equivoque y tenga que pedir disculpas.

CAPÍTULO 8

El infiltrado

 

Levinas, el villano de la película (escrachado por En Orsai)

A mediados de 2014 Levinas emitió en el programa dominical de Jorge Lanata por Canal 13 un video con una entrevista suya a José Alberto Pérez, un agente secreto de la Policía Federal que estuvo infiltrado en la dirigencia de la colectividad judía durante 14 años, desde 1986 hasta el año 2000 cuando sus jefes, desconfiando de él, lo enviaron a cumplir otras funciones a Paraná.

“Iosi” (diminutivo de José en hebreo) nombre por el que todos lo conocían en la comunidad judía, había terminado por sentirse judío, y presa de angustiantes  remordimientos por creer que la información que le había proporcionado a sus superiores (entre otras muchas cosas, los planos del edificio) había servido para volar la AMIA, se pondría en contacto con Horacio Lutzky y Miriam Lewin –entonces reportera de Telenoche–, a quienes les contaría sin ahorrar detalles la historia de su infiltración en la “kehilá”, hasta llegar a secretario de actas de la Organización Sionista Argentina (OSA) e, incluso, luego de hacer cursos con expertos israelíes, ascender a jefe de seguridad de la propia AMIA post-atentado, cuando la mutual funcionaba el Centro Cultural Marc Chagall, en la calle Ayacucho al 600.

Dice Iosi en el mencionado video que su infiltración fue tan profunda y exitosa que “yo podría haber sido perfectamente presidente de la OSA. Llegué a un alto nivel dentro de la DAIA porque la persona a la que yo entre comillas secundaba, (Jorge) Kirszembaum llegó después a ser presidente de la DAIA”.

El que el rostro de Iosi Pérez saliera en la hora de mayor audiencia del canal insignia del Grupo Clarín puso en riesgo su  vida, precipitando su declaración ante el fiscal Nisman y su ingreso al programa de protección de testigos.

Poco después, Miriam Lewin se encontró con el autor en el café que está frente de la Basílica de Santo Domingo y le contó detalles de “la traición” de Levinas, a quien Lutzky y ella habían recurrido en el 2006 para que planteara el caso ante el American Jewish Committte, ocasión que Levinas  aprovechó para grabar a sus espaldas aquel video, de cuya existencia se enteraron por Iosi. “Levinas dijo que lo había grabado en resguardo, por si le pasaba algo” a Iosi, recordó Miriam.

Ocho años después, la preocupación por la suerte de Pérez no evitó que Levinas lo desenmascarara pública e intempestivamente.

A comienzos de julio y a instancias de Lutzky, Pérez le contó su historia al fiscal Nisman, que dispuso su ingreso al programa de testigos protegidos. El día 7 Télam informó de ello y de que a lo largo de muchos años Pérez había “reportado en detalle a sus superiores de la policía las principales actividades, proyectos, ubicaciones y disposiciones de seguridad” de las instituciones judías.

Dos días después Página/12  agregó que Pérez “admitió haber entregado a sus jefes planos de la mutual antes del atentado” -entre 1992 y 1993-; que el fiscal Nisman ya había presentado la correspondiente denuncia por violación de la ley que prohíbe el espionaje interno  y que la causa estaba en manos del juez Sebastián Ramos.

“Sectores nazis de la propia policía”

Pérez, informaba la crónica, había estado casado con “la secretaria de un altísimo cargo de la embajada de Israel”, y tenía la firme sospecha de que el atentado a la AMIA había sido cometido “por sectores nazis de la propia policía”, si bien también admitía la posibilidad de que la inteligencia de la PFA le hubiera vendido información a los autores materiales del ataque ya que, explicó, le constaba que en Moreno 1417 se vendía la información recopilada y rotulada como “secreto”.

Iosi Había llegado a la conclusión de que cuando menos había habido complicidad policial en el ataque, explicó, a través de un proceso que se inició al comprobar que los dos custodios de la AMIA se habían alejado de la puerta poco antes de las explosiones, proceso que culminó en 1998, cuando ya habían aparecido los libros de Levinas y de quien escribe, lo que le debe haber permitido atar cabos.

Del mismo modo, Iosi dijo que había acompañado el desembarco de los “rescatistas” israelíes (que no llegaron a tiempo para rescatar a nadie) y trabajado con ellos 40 horas seguidas, y que estaba seguro de que el supuesto hallazgo de un trozo de motor por ellos poco antes de marcharse era un bluff, un montaje.

Nueve días después, al cumplirse 20 años del ataque a la AMIA, La Nación y Perfil se hicieron eco de la noticia. En La Nación, Hernán Capiello ­–un firme  sostenedor de la Historia Oficial que acompañó a Galeano en su descenso al infierno para saltar a último momento a fin de seguir haciendo lo mismo con su continuador, Nisman– se apresuró a escribir que “la fiscalía (es decir, Nisman), la AMIA y la DAIA descreen de la posibilidad de que la Policía Federal sea parte de la conexión local”.

Capiello reveló el nombre de la secretaria del cónsul israelí con la que Pérez se había casado en 1993, que para entonces no sólo había formado una nueva pareja, sino que tenía dos hijos con ella. En cuanto a Perfil, acompañó su crónica con el video hecho por Levinas ocho años atrás.

 

Crease o no,hubo un tiempo ya lejano en el que Lanata y Levinas perseguían la verdad y se mofaban de quienes sostenían la existencia de camionetas-bomba

En primera persona

“Me llamo José Alberto Pérez. Nací en Flores en 1960. Fui a un colegio estatal, hice la secundaria en un industrial. Soy técnico en Óptica. Entre los años ’78 y ’80 quise entrar en la Fuerza Aérea, pero para eso debía viajar a Córdoba, y no lo quise hacer. Mi cuñado es de la Policía, y él me metió ahí”, aparece diciendo Iosi en el video.

Luego de ingresar a inteligencia de la PFA, siguió diciendo, le habían pedido que escribiera “monografías sobre los grupos terroristas de Medio Oriente que tenían vínculos con los grupos argentinos” y especialmente una “sobre sionismo”.

“Funcionábamos en el edificio de Moreno y San José. En ese edificio de nueve pisos, el 90% del personal revista en Inteligencia, ahora se llama GEOF”, es decir, Grupo Especial de Operaciones Federales, siguió diciendo.

“El Ministerio del Interior tenía conocimiento de las infiltraciones. Dentro del edificio de Moreno funcionan diversos departamentos. El mío respondía directamente al comisario general, que se encuentra con el jefe de Policía e informa sobre el funcionamiento de los distintos departamentos”, siguió narrando.

“Los informes de mi infiltración iban a mi superintendente, que los podía elevar al jefe de la Policía, que podía a su vez informarlo al ministro del Interior. En aquel momento pensé que era el único infiltrado en la comunidad judía. Pero cuando me indicaron que me desinfiltre, tuve la noción de que había más gente. Yo creo que aún hoy tienen informantes dentro”, explicó.

Para infiltrarse, Iosi había estudiado tres años de hebreo y asistido a cursos fingiendo ser un judío que pretendía hacer aliá, es decir vivir al menos una temporada en Israel. De “Laura”, dijo que era su “manipulador” (sic) de la PFA, que solía encontrarse con ella en distintos bares, que por entonces tenía unos 40 años; que se movía con una cobertura (apariencia, ya sea basada en un trabajo real o ficticio) de periodista, y que atendía a varios “plumas” como él, que tenía 25.

En cuanto a los planos de la AMIA (que se suponía desaparecidos), dijo que había tenido acceso a ellos a fines de 1992 o principios de 1993, cuando se decidió hacer reformas en el edificio, y que le había pasado copia a sus jefes a través de “Laura”.

El hombre más buscado

Miriam Lewin lamentó el momento en que, después de haberse puesto en contacto con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ella y Lutzky pusieron al tanto de la situación a Levinas, sabiendo de sus relaciones con el  American Jewish Committee. Habían creído que a éste le interesaría que Iosi declarara como testigo protegido, pero que tras algunos escarceos, a la postre sus directivos no mostraron interés. En cambio elogió a la ex ministra de Seguridad, Nilda Garré, por haberse preocupado por la seguridad e integridad de Pérez.

Recordó luego que Iosi se infiltró en las instituciones judías imbuido “de la ideología procesista, el Plan Andinia (una supuesta conspiración judía para apoderarse de la Patagonia) y cosas por el estilo, pero terminó tan compenetrado (con el judaísmo) que se enamoró de una chica de la cole y se casó”. Miriam dijo que Iosi era “un capo, (que) se metió donde quiso y como quiso; hablaba perfecto hebreo y tenía un conocimiento profundo de la religión”, pero apuntó que “me llamó mucho la atención su aparente ingenuidad política”.

Lutzky coincidió con Miriam (están escribiendo un libro juntos) pero subrayó que “lo más relevante es que en un gobierno democrático, la Federal envió a alguien a espiar a la comunidad judía”.

El ex director de Nueva Sión dijo que al emitir la entrevista que le había hecho en 2006 “engañándolo, diciéndole que era para su seguridad”, Levinas había convertido a Iosi en “un blanco móvil”.

Tan pronto como sucedió, Lutzky, que también es abogado, llevó a Iosi a declarar ente Nisman, quien ordenó que se lo incluyera en el programa de protección de testigos.

En esa entrevista Iosi señaló que acuerdo a la Ley Orgánica de la Policía Federal y decretos-ley secretos de la época de “la Revolución Argentina”, y más precisamente de los generales Juan Carlos Onganía y Marcelo Levingston, existe un cuerpo auxiliar de Inteligencia cuyos miembros podían desempeñarse en trabajo en el Estado, incluso y el Estado, y que en caso de ser descubiertos los jefes de la Policía Federal podían negarlos, decir que nunca habían trabajado para ellos.

Respecto a los cursos que se daban en el CAPE y que él había recibido dijo que tenían como objetivo “aprender a pensar como el enemigo, y que a pesar de estar en democracia el enemigo seguía siendo el zurdo, el comunista, el que formaba parte de grupos terroristas”.

En cuanto a los judíos, dijo que eran considerados “no nacionales”, motivo por el que se le había dado la misión de infiltrarse entre ellos.

“La asignación era ingresar a la comunidad judía (…) ubicar planes secretos que podía tener la comunidad como tomar el sur, tomar el norte, tomar la Argentina con lo que se conoció en la década del ’60 como Plan Andinia” o del más antiguo panfleto mandado a hacer por la policía zarista, “Los Protocolos de los sabios de Sión”.

Iosi dijo que Ofakim, el grupo universitario de la izquierda sionista, “se estaba diluyendo”, pero que él lo llevó de cinco personas a sesenta, lo que acrecentó su prestigio.

“En  el año ‘90, cuando estalló la guerra del Golfo (sic) estábamos a full trabajando con todo lo que tenía que ver con posibles atentados.  Ahí todo lo que tiene que ver con el caudal de información que teníamos casi a diario pasaba por Laura. Según ella teníamos que prever, tratar de evitar que se produjeran atentados en represalia por la participación argentina en la coalición. Quiero creer que era cierto…”, dijo con una media sonrisa irónica. “Al menos, mi participación siempre fue dirigida a evitar que se produjeran atentados”, agregó, ya con ceño adusto.

Ver quienes y cómo demolieron  la Embajada de Israel es más fácil que la tabla del 2, como se explica en “Cano Nisman…”. Es por eso que la Corte Suprema no permite que, a 30 años de cometido el atentado, el expediente judicial se abra al escrutinio público.

 

Respecto al ataque a la Embajada de Israel Iosi recordó que “oficialmente se habla de 29 muertos. Yo me acuerdo de haber visto un listado que me mostró Enrique Sinquier (fonético) y que luego se mandó a Israel en el que había más nombres. No sé si se quería (hacer) figurar a gente que no estuvo o hubo verdaderamente más gente… Eso uno, otra cosa es que se decía que la Embajada no tenía sala de armas, y sí que la tenía”. Iosi dijo que a su juicio, “hubo un arreglo político” para que la investigación no llegara a buen puerto. “Fijate que las presiones de Israel para el esclarecimiento al poco tiempo de diluyeron”.

Dijo que después del ataque a la AMIA “la presión fue más y yo quería que nos fuéramos de la Argentina ¿Por qué? Por las cosas que pasaron, por las muchas preguntas sin respuesta que tenía del atentado”.

De los primeros momentos después del ataque Iosi dijo saber que había grupos de policías que “andaban entre los escombros llevándose cosas” y ante un pregunta de Levinas agregó que también pudieron haberlas plantado porque “la camioneta no existió y alguien la puso, alguien la llevó”.

Sin embargo, para 1997, sus jefes le dijeron que su infiltración era un riesgo porque “las relaciones carnales” con Israel eran tan profundas “que no querían empañarlas” corriendo el riesgo de que se descubriera que había un infiltrado. “Calculo que ellos no podían determinar el grado de veracidad en la información que les daba”, comentó.

Miriam dijo al respecto que Iosi le contó que a partir de la relación con la que sería su esposa “se puso reticente en cuanto a la provisión de determinadas informaciones. Me dijo que empezó a negar algunas cosas. Por ejemplo, que le pedían el nombre real de una persona que la cana conocía sólo por apodo y él decía que no lo sabía y que le era imposible averiguarlo. O que le preguntaban dónde se entrenaban los cuerpos de seguridad de la comunidad, dónde practicaban tiro, y él les decía que en un campo, pero no les daba precisiones de dónde quedaba… En fin, que empezó a dar señales de que no era tan útil, tan eficiente…”.

En cuanto lo que habían hecho ella y Lutzky para procurarle seguridad a Iosi y conseguir que su testimonio fuera de utilidad para la causa, Miriam dijo que se puso en contacto con distintas organizaciones comunitarias y que “me sorprendió su  total indiferencia. Voy por ejemplo a una organización como el Centro Simón Wiesenthal que si aparece torcida una placa en el cementerio de La Tablada denuncia una acción antisemita… no le parecía grave que la comunidad hubiera estado infiltrada por la Federal. Hablé con el abogado de Memoria Activa, nos entrevistamos con varios legisladores, e incluso las veces que nos pareció generar cierto entusiasmo en nuestros interlocutores, pero en la segunda reunión comprobábamos que el entusiasmo decaía.”

“Fuimos a todas las organizaciones dónde nos pareció a priori que el tema iba a interesar. Y una por una pasó lo mismo: después de un interés inicial, misteriosamente el interés decaía o nos pedían garantías de que su aporte iba a ser fundamental, cosa que nosotros no podíamos asegurar. Pasaron los años y se nos ocurrió que una vía podía ser el Comité Judíoamericano, que suele ser muy incluyente, y así fue como lo pusimo al tanto a Levinas que tenía buenos contactos en él. Levinas se interesó en el tema y yo tuve una reunión con una mujer de la conducción del comité. Y luego una segunda reunión, ya no con ella sino con un delegado de ella y dos empresarios de la comunidad. Pero no pasó nada.”, narró.

“Mi hipótesis –siguió diciendo Miriam– es que a quienes estaban del lado de los servicios o de la policía no les interesaba que se revelara la infiltración por motivos obvios, y que a las víctimas y a la comunidad tampoco le interesaba porque apostaban a la convalidación de una hipótesis que geopolíticamente les era más útil. No les interesaba en absoluto investigar la conexión local ni a la Policía Federal, que es la fuerza que más evidentemente estuvo al tanto de los atentados porque en los dos atentados hubo policías que tenían que estar en un determinado lugar y no estuvieron. A mi me cerraba bastante y a Horacio (Lutzky) también que era evidente que había un conocimiento, sino de toda la fuerza, o de la conducción institucional de la fuerza, de algún sector, que sabía lo que iba a ocurrir.”

“La actitud de él (Iosi) fue todo el tiempo de temor, tenía mucho miedo de que lo mataran”, destacó.

Leyes secretas

Casa tanto a algunos “halcones” se le ven las “Plumas”, ya sea voluntariamente –como fue el caso de Francisco Benzi en 1996– o por alguna delación producto de una interna dentro del proceloso mundo de los agentes secretos de la Federal, como parece haber sido en el 2000 el caso de Mónica Amoroso, infiltrada en el entorno de Gustavo Béliz, y lo fue sin duda el de Alejandro Américo Balbuena, el movilero de la agencia informativa alternativa “Rodolfo Walsh”, en la que estuvo infiltrado once años, del 2002 al 2013.

Y si en el año 2000, cuando lo de Amoroso, la revista Noticias calculó que los “auxiliares” debían ser lo menos 2000, recientemente, a partir del caso Balbuena y tras revisar el presupuesto de Policía Federal, un experto, Marcelo Saín, actual director de la Escuela de Inteligencia, estimó que podrían ser alrededor de la mitad de aquellos, unos mil.

Lo seguro es que muchos de estos “plumas”, acaso decenas, se presentaron espontáneamente a declarar en la causa AMIA con el evidente propósito de empiojarla.

Su existencia está amparada en una serie de leyes, y decretos-leyes secretos de dictaduras cívico-militares que hacen aún hoy que mientras muchos juristas sostienen que la Constitución Nacional prohíbe espiar a los ciudadanos, los “porongas” policiales sostengan que su actividad de las investigaciones criminales es perfectamente legal.

La Ley Orgánica de la Policía Federal data de 1958, cuando la Revolución Libertadora había desatado una feroz represión sobre el peronismo proscripto. El funcionamiento de agentes secretos sin uniforme, ya previsto en ella, se reglamentó por un decreto-ley (nº 2322/67) secreto del dictador Onganía, de dónde surgen las prerrogativas a las que se refirió Iosi Pérez y cuyo artículo 12 dispone que “ante requerimientos judiciales o de otras autoridades, el Jefe de la Policía Federal estará a autorizado a no revelar la existencia del personal del Cuerpo de Informaciones”.

Luego, se ratificó por la Ley Secreta nº18.895/70,  que creó el “Cuerpo de Auxiliares de Investigaciones”, después del “Cordobazo” y del secuestro y asesinato del ex dictador Juan Carlos Aramburu, ya claramente para enfrentar a la “subversión”, y que lleva la firma de Levingston, el dictador que había reemplazado a Onganía.

Esta Ley fue publicada en el Boletín Oficial de del Estado (BOE) el 22 de septiembre de 2006 por orden del presidente Kirchner. Se refiere a la creación de  crear “un servicio técnico informativo que en función de un específico accionar preventivo, coadyuve a las tareas operativas de las Secciones especializadas”. Más específicamente, señala que el nuevo “Cuerpo de Auxiliares de Investigaciones” actuará “exclusivamente en el submundo del delito” a fin de prevenir “hechos delictuosos”.

Del otro lado

Levinas habló del caso Iosi con Jorge Lanata y Magdalena Ruiz Guiñazú ante los micrófonos de Radio Mitre, pero la conversación derivó rápidamente a otros aspectos de la causa AMIA.

Ante preguntas de Magdalena, Levinas dijo que “había mucha gente que sabía lo que iba a pasar” en la AMIA y agregó “hay un dato que yo nunca conté públicamente que es terrible: la consuegra de una persona que fue presidente de la DAIA el día anterior al atentado estaba en el Club Hípico Alemán y el petisero, a un pequeño grupo de gente que estaba viendo como saltaban los caballos, les anunció: “Mañana a los judíos…” e hizo el signo de degüello. Esta señora no entendió porque era sapo de otro pozo, simplemente era amiga de una señora alemana. Pero apenas fue el atentado se lo contó a su consuegro. El tema termina investigándolo Salinas no sé por qué, supongo que habrá sido (Luis) Dobniewsky, el abogado de la AMIA que le habrá dicho ‘investigá esta cosa’. Y cuando vieron que eso iba en contra de la Trafic, pararon la investigación”.

En realidad, según le dijo en su momento Dobniewski al autor, quien había hecho el signo de degüello había sido un oficial de la Policía Montada que participaba en una competición.

Levinas también dijo que lo que comprobado es que “los dos edificios estaban en refacciones, lo que hacía posible que les metieran cualquier cosa adentro, qué es lo que pasó, de hecho”.

Lanata puntualizó que las piezas de Trafic aportadas por la PFA alcanzaron solamente “al 7 por ciento” de un vehículo entero y apostilló: “Las leyes de la física funcionaron al revés”, en referencia a la volatilización de la supuesta Trafic-bomba.

Levinas dijo que le constaba que el cabo 1º Bordón no estaba en el patrullero: “Un kioskero al que yo conocía fue a los 30 o 40 segundos de la explosión a tratar de auxiliar a quien suponía estaba adentro del patrullero y se encontró con que no había nadie. Al ratito llegó (Bordón) con un ojo lastimado. Se ve que le entró un vidrio en el ojo porque se habrá quedado mirando”.

– Nosotros encontramos doce personas que estaban en posición de haber visto la Trafic y no la vieron… y una Trafic es algo grande, no es algo chiquito… Yo llevé una Trafic al lugar para un programa de Nico Repetto por Canal 13. Y paré ahí en la puerta y ¡no hay como no verla!”–, comentó Lanata.

– Y hubo varias (de esas 12 personas) que vieron la explosión y no vieron la Trafic–, agregó Levinas.

–¿A que lo atribuyen ustedes?”– preguntó Magdalena.

–”Nunca hubo Trafic. La Trafic estuvo plantada. Eso lo dije seis meses después del atentado…–, respondió Lanata, ufano.

Y Levinas apuntó que se pretende desmentir la inexistencia de la camioneta-bomba con el hecho de que una persona (por César “Tito” Díaz) apareció muerta con un amortiguador clavado en el tórax. “Esto también es una mentira porque esta persona estaba muerta debajo de una puerta, y la puerta no tenía ningún agujero ¿Me podés explicar cómo pasó el amortiguador?”

Levinas también dijo que debían seguir existiendo infiltrados de la Federal dentro de la comunidad judía: “Él (por Iosi) cree que cuando se fue lo tienen que haber reemplazado por otro, que ahora debe haber otro infiltrado de la Federal… o más de uno”.

”La pregunta que nos queda por hacer después de veinte años es por qué la Policía Federal y la SIDE encubrieron tanto”, señaló luego. “Yo no digo que haya sido Irán ni que no haya sido Irán, yo lo que digo es que en la causa no hay nada que lo amerité, que no están las pruebas. Ahora ¿Cuál sería la razón objetiva de que toda la Policía Federal o gran parte de ella y la SIDE encubran a un gobierno iraní o a un ayatolá que decida poner una bomba en la Argentina? ¿Por qué lo encubrirían? ¿Cuál puede ser la razón? No tiene lógica.”

Pero esa falta de lógica no era sólo local. Antes de despedirse, Lutzky recordó que Lutzky destacó que el pasado 5 de marzo “La Nación· había publicado una entrevista con Shabtai Shavit, quien era el jefe del Mossad al cometerse ambos atentados. Shavit reconoció allí que “es posible que elementos en la policía o los servicios de seguridad hayan ayudado, directa o indirectamente, a quienes planificaron y cometieron los atentados.”

¿Fuerte no? Casi tanto como sus veinte años de silencio.

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Información complementaria aquí: https://www.perfil.com/noticias/domingo/un-espia-en-la-amia-20140706-0050.phtml

 


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2 comentarios

  1. Excelente nota sobre la relación PF y encubrimiento. Sigue en mi cabeza la pregunta ¿quienes fueron los autores ideológicos que lograron el silencio de toda la comunidad judía? La PF cumplía y cumple órdenes ¿ De quien? Me resulta interesante como a partir de los atentados las organizaciones judías se apropiaron de los espacios públicos en nombre de la “seguridad “. LTambi´´n la preocupación que tenía el estado judío x la falta de “interés” de los jóvenes judios argentinos en ir a participar del servicio militar en Israel. En nuestro país el grado de integración era super interesante. Muchos padres estaban preocupados por el aumento de casamientos mixtos y la falta de asistencia a las reuniones religiosas de los jóvenes. El supuesto ataque que se “dejó pasar” y el acusar a gente de medio oriente no fue por razones políticas del estado israelí? ¿Llegaremos a saber la verdad?

  2. Muy buena nota y lo mismo vale para el capítulo. Pero al día de hoy, en el contexto de esta “sospechosa” pandemia, con el FMI en carrera otra vez; y sin olvidar que la primera visita de Alberto Fernández al exterior fue a los territorios usurpados al pueblo palestino; y sin obviar que en estos días, una nutrida delegación del gobierno actual fue a dichos territorios arrebatados, mi pregunta es: ¿por qué surge ahora este panfleto borenzsteniano? ¿Acaso hay algún sector que se está atajando de algo? Y no creo que sea la PFA porque ellos son siempre son “petisos de los mandados” de alguien que está mucho más arriba. Más arriba, incluso que los Protocolos de los Sabios de Sión.
    Saludos

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