OPINIÓN. Del ¿Qué hacer? de Lenin a las 20 verdades peronistas

Movimiento Vs. Partido

POR NANDO BONATTO / POESÍA Y RAMOS GENERALES

Unas tres o cuatro vidas atrás, en tiempos que surgían como hongos diversos grupos que aspiraban a la Revolución Social, grupos que luego fueron confluyendo en movimientos que fueron protagonistas de la derrota política y militar de los setenta, conocí a una mente poderosa, psiquiatra él, familia de banqueros, miembro de una de las tribus de Israel, con menos calle que caniche Toy y pedante. Gracias a él pude conocer a compañeros muy valiosos, como el Negro Rubén Diaz que aunaba vocación revolucionaria con una calidad humana excepcional.

Este Psiquiatra larga una frase que me deja pensando.

–El ¿Qué Hacer? de Lenin hizo demasiado daño.

Para ese entonces había leído, incursionando en textos sacros e indiscutidos, intentando desentrañar sus certeras palabras, dos libros de San Vladimir Ilich.

El Estado y la Revolución, desde mi óptica más amigable e incluso abridor de caminos en tiempos en que el asalto al poder estaba a la orden del día, y el ¿Qué Hacer?

Este último, escrito para un momento y un país, plagado de nombres y citas a partidos, criticas implacables a personajespara mi  desconocidos, desbrozando todo ello quedaba la idea del Partido como vanguardia revolucionaria. El partido de cuadros, combatiente, destacamento, partido un paso más allá que el propio sujeto revolucionario.

Idea que puede caber y ser efectiva en determinado momento. Cuando el enfrentamiento entre la reacción y la revolución en marcha no admite mayores altos para la discusión.

Esa idea de partido, que incluía un concepto nunca respetado, el del centralismo democrático, fue una suerte de freno al desarrollo amplio de los movimientos revolucionarios en el mundo entero.

De hecho, la discusión política se limitaba a la compresión de los documentos bajados por la conducción, en general un secretariado compuesto por un puñado de personas. Con el agravante de que cuando se disentía en un punto y coma, la opción más a mano era la división. Tal como sucede con la reproducción celular.

Ese esquema partidario no ha quedado en los márgenes de los partidos de izquierda, También se puede observar en demasiados movimientos populares en los que su conducción se encierra en si misma bajando línea cuya observancia es tomada como virtud teologal y la desobediencia como pecado mortal. Es así que la bajada de línea pretendiendo ser una síntesis perfecta es también patrimonio de movimientos que en teoría rechazan la vocación sectaria, pero que en los hechos caen en la enconada persecución de herejías y en diferenciar réprobos de elegidos.

En un tiempo fui todavía más allá:  en contacto con queribles compañeros, auténticos libertarios, entre vino y vino, pude enterarme de la división primigenia entre comunistas libertarios y autoritarios, entre marxistas y anarquistas, dejando una espinilla clavada entre la insondable ignorancia propia y lo gaseoso de la discusión.

Lo cierto que entre tanta bambolla se cae en lo sencillo, expresado en lo que no queremos recordar como la Segunda Verdad Peronista. Y reforzado por la tercera.

Aplicable a cualquier movimiento con vocación popular:

2º) El peronismo es esencialmente popular. Todo circulo político es antipopular y, por lo tanto, no peronista.

3º) El peronista trabaja para el MOVIMIENTO. El que en su nombre sirve a un círculo, o a un caudillo; lo es sólo de nombre.

Saquemos el peronista y se puede trasladar a cualquier movimiento con pretensión popular y revolucionaria de cualquier punto del mundo.

En estos días en que suele olvidarse lo más elemental es bueno reflexionar al respecto y en como la tentación sectaria, cualquiera sea su origen, es dañina a la representación popular auténtica, esa capaz de avanzar con el conjunto de pueblo.

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Perdón si hiero la sensibilidad de algunes pero buscando como ilustrar esta columna, esncontré esta historieta de autor desconocido:

 

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