POLÉMICA: Intelectuales kirchneristas se autoconvocan en una plaza… ¿Y los trabajadores?

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Intelectuales kirchneristas se autoconvocan a reunirse en una plaza céntrica. El objetivo es plantarle cara a la brutal ofensiva capitalista sobre los trabajadores pero, ¿son estas reuniones en el ágora entre los propios la mejor manera de encontrar el rumbo? La convocatoria desató una polémica en la que han intervenido hasta ahora entre otros Eduardo Grüner, Rubén Levenberg y Teodoro Boot, en nombre de Pájaro Rojo.

Me llegó a través de una compañera una invitación (ver 1) a participar en el sábado en una reunión de “intelectuales nacionales y populares” el sábado a las 11.30 en la Plaza Houssay. Entre los convocantes hay gente que respeto mucho (me llama la atención entre los convocantes la ausencia Horacio González, Jorge Luis Bernetti y otros de los mejores exponentes de Carta Abierta, así como de Horacio Ghilini, que además de sindicalista es profesor de filosofía, e incluso de políticos de buena formación) pero da la casualidad que quien la suscribe es el licenciado Della Rocca, quien recientemente y en respuesta a mis críticas (por considerar que sus respuestas a quienes discrepaban con su kirchnerismo impermeable a cualquier crítica eran las de un engreído y alejaban a los compañeros carentes de ese fideísmo) me comparó con el mocordo de Alfredo Leuco, por lo que le respondí a la compañera que si bien Della Rocca retiró ante mi ese mayúsculo agravio (en ocasión de habernos sentado en la misma mesa en el locro de Eduardo Jozami el pasado 25 de mayo) me parece pertinente que lo retire públicamente.

Mucho mas sustanciosa y extensa fue la respuesta a la invitación del profesor Eduardo Grüner (ver 2) a quien aprecio mucho desde las ya lejanas épocas en las que solía colaborar con “El Porteño”, y tambiñen fue pertinente el comentario del también profesor, colega y compañero Rubén Levenberg (ver 3), pero la línea editorial de Pájaro Rojo quedó plasmada por lo surgido de la pluma de Teodoro Boot (ver 4). Con esto no queremos decir que se trate de un tema cerrado. Por el contrario, no sólo se aceptan sino que se piden pareceres y comentarios. JS

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Alemán
Jorge Alemán. El que acaso sea el mayor exponente del lacano-peronismo es uno de los convocantes.

1) Estimad@s amig@s:

Les comento que hemos lanzado la iniciativa “Los intelectuales nacionales y populares a las plazas. Hacia la construcción del Frente Ciudadano”, con su primer evento el día 4 de Junio a las 11.30 hs en Plaza Houssay. Todas las novedades de la convocatoria se están detallando en la red Facebook accediendo a https://www.facebook.com/events/1732970630324329/

Convocan, entre otros, Jorge Alemán, Edgardo Mocca, Rubén Dri, Eduardo Jozami, Mariano Ciafardini, Carlos Raimundi, Modesto Guerrero, Mario Della Rocca, Nora Merlín, Conrado Yasenza, María Elena Naddeo, Adriana Litwin, Patricio Brodsky, Laura Fuxman, Raúl Skorpa, y se van sumando adhesiones de intelectuales, periodistas, políticos, docentes, científicos, artistas, día a día.

Se reciben adhesiones para participar de la iniciativa a través de esta dirección de correo o en el evento en Facebook.

Les anexo un primer volante de convocatoria y pueden acceder a un mensaje que he grabado para You Tube con el llamamiento en https://youtu.be/bSgf8tryC9I

Saludos y gracias.

Lic. Mario Della Rocca

Historiador – Escritor – Periodista – Asesor legislativo
TE: 15-3579-5146
Blog: www.historia-reciente.blogspot.com
Facebook: MarioLuisDellaRocca
Twitter: @MDellaRocca

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2)

Contrapropuesta: Por un Frente No-Ciudadano

 

Gruner
Eduardo Grüner

A partir de la convocatoria “Los intelectuales nacionales y populares a las plazas”, cuya formalización tendrá lugar el 4 de junio próximo en la Plaza Houssay, Eduardo Grüner reflexiona sobre la complejidad de discutir un Frente Ciudadano en abstracto, sin tener en cuenta las limitaciones y contradicciones que, tanto la convocatoria como la intención frentista, contienen. Grüner se pregunta, y nos interpela, si tras una década de sostenida critica liberal –republicana de la oposición de derecha anti-K, la respuesta se formula en términos de su mismo lenguaje, y afirma que la construcción de un Frente realmente político no puede aspirar a consolidar una hegemonía estratégica para la clase trabajadora y los sectores populares desde el “universal abstracto” de una “ciudadanía” donde todos los gatos son pardos. CY

Por Eduardo Grüner* / (para La Tecl@ Eñe)

En los últimos meses diferentes intelectuales y / o periodistas simpatizantes del FpV (y destilando justísimas diatribas contra la barbarie macrista) han señalado con lucidez y coraje una serie de deficiencias del ex gobierno K, para a continuación incurrir en la sempiterna crítica a la izquierda “abstracta”. Es un razonamiento un poco extraño: por un lado tienen el coraje –no demasiado frecuente- de hablar de aquellas deficiencias del gobierno al que ellos, con todo derecho, apoyaron durante 12 años; por el otro, califican de “abstractos” a quienes durante todos esos años no dejaron de criticar permanentemente esas mismas deficiencias, bien concretas. Uno siente ganas de preguntar: ¿en qué quedamos? ¿Resulta que los defectos solo pueden señalarse desde adentro (la ropa sucia se lava en casa, etcétera)? De todos modos, no es mi intención polemizar con ellos, sino subrayar el momento de verdad en lo que ellos dicen. En efecto, las famosas “deficiencias” –si queremos seguir llamando así a lo que fueron limitaciones constitutivas de una lógica política que nunca se propuso ir al “fondo de la cuestión”- pueden tener su cuota de responsabilidad por la situación en que nos encontramos hoy; pero de ninguna manera corresponde usarlas como excusas para distraer la atención de lo que suelen llamarse “las urgencias de la hora”. A saber: no apenas la “resistencia” (no somos un país ocupado como Francia por los nazis ni como Argelia por los franceses, ni hay partidos prohibidos como durante la “resistencia peronista”), sino la necesidad de configurar una estrategia de contraofensiva por parte de la clase obrera, los sectores populares y la intelectualidad crítica en sentido amplio. Toda iniciativa de ese orden debe pues ser bienvenida, y las críticas que se le hagan deben ser comprendidas como intentos de contribuir a su construcción.

Ante todo, ¿por qué la llamamos “contraofensiva” –y no se nos escapa que esta palabra tiene su poco feliz historia, pero no es cuestión de dejársela al enemigo-? Por la sencilla razón de que lo que ha emprendido el gobierno de Macri (empujado por sus mandantes económicos nacionales y transnacionales, se entiende) es una violenta ofensiva contra esos sectores. Tampoco de esto podemos distraernos: no importa cuáles sean las desordenadas torpezas –algunas reales, otras solo aparentes- de las medidas económicas del gobierno, todas ellas convergen en un gran objetivo final: destruir el salario, el empleo y la dignidad misma de los trabajadores, porque saben perfectamente que es la única manera de que les “cierre” el modelo, concentrando la mayor cantidad posible de riqueza y poder político (y cultural) en las clases dominantes, y haciéndole pagar el costo de la crisis, cruelmente, a los sectores populares.

En una palabra: nunca antes en la Argentina “democrática” –incluyendo el período del menemato- se transparentó de manera tan nítida e inequívoca lo que se llama lucha de clases, con el Estado puesto totalmente al servicio de aquella feroz ofensiva burguesa contra el pueblo. Contra eso que los atenienses del siglo V AC –que finalmente son los que inventaron la palabra “democracia”- llamaban el demos, el conjunto de obreros, campesinos pobres, pequeños artesanos, etc., que constituían el “pueblo bajo”, el popolo minuto de Maquiavelo, siempre en los hechos excluido de las grandes decisiones y oprimido económica, social y político-culturalmente por los Amos. Esa es la situación que tenemos hoy en nuestra patria: una brutal recomposición de la iniciativa de las clases dominantes contra los derechos aunque fuera formales de las clases dominadas, para asegurar su poder directo, sin fluctuantes mediaciones “bonapartistas” –como las que tuvimos la última década, con innegables ventajas parciales para aquel popolo minuto, aunque sin cuestionar la lógica de dominación misma-. Desde ya, no es el demos estrictamente dicho el único sector que está sufriendo los efectos de esta “ofensiva de clase”: también los empleados administrativos (sobre todo los del Estado), los docentes y estudiantes, los pequeños comerciantes, las Pymes, etcétera. Todo ello justificaría la conformación de lo que se denomina un frente único de esas fracciones sociales más perjudicadas, en el cual los sectores más políticamente conscientes u organizados pudieran conservar su identidad, pero actuando cuando fuera necesario bajo la canónica táctica del golpear-juntos-aunque-marchemos-separados. Y es exactamente eso lo que pudo verse, como sanísima reacción, en acontecimientos como el 29A o la marcha educativa del 12 de mayo.

Sin embargo, la constitución política de un Frente anti-gobierno (y anti-oligárquico-burgués-imperialista, que es el bloque de poder al que responde el gobierno), es decir un Frente más planificado y sistemático (menos “espontáneo” o “reactivo”, por así decir) debería empezar por decidir qué fuerza social va a ser erigida como “columna vertebral” del potencial Frente, y con cuál estrategia política de mediano plazo. En la situación que venimos describiendo, esa fuerza política no puede ser –es la opinión del que esto escribe- otra que la clase obrera y las fracciones pequeñoburguesas más agredidas, con los “intelectuales”, en todo caso, acompañando el movimiento con sus “batallas culturales” y sus análisis críticos, en el camino estratégico de conquistar las mayores cuotas de poder que vayan siendo posibles para aquellas fuerzas sociales. En este contexto, se comprenderá que no nos sintamos en absoluto interpelados por el llamamiento de un grupo de intelectuales a converger en un “frente ciudadano”, que ha comenzado a circular por las redes.

En primer lugar –y por favor, no se tome lo que sigue como una “chicana”, sino como un tímido intento (como era el caso de “contraofensiva”) de tomarse en serio las palabras, que es lo que cabe demandarle a los intelectuales- el Frente se llama ciudadano. ¿Qué clase de “columna vertebral” puede ser esa tan genérica? Claro está que no se puede pretender que quienes están haciendo esa convocatoria lo denominen Frente Proletario Revolucionario, o algún dislate por el estilo. Pero, ¿ni siquiera, digamos, Frente Popular (Antioligárquico, Antiimperialista, etcétera), o un homenajeante FLN (Frente de Liberación Nacional)? ¿Frente ciudadano? ¿Después de una década de criticar virulentamente, y con toda razón, el seudo-“republicanismo” liberal de la oposición de derecha anti-K, y estando ahora ellos en el poder del Estado, se nos propone adoptar su mismo lenguaje (se nos responderá, tal vez, que también Correa, en Ecuador, habla de “revolución ciudadana”: y bien, le cabe la misma crítica ¿por qué no?: al menos Chávez usaba la palabra socialismo; y además, Correa todavía mantiene el poder, nosotros no)? ¿O se pretende usar el vocablo citoyen en el sentido de la Revolución Francesa (pero si es así, no se ve dónde estaría el componente realmente jacobino, no digamos ya el sans-culotte o enragé, que es el que le daba su contenido político y social concreto a esa categoría general en tiempos de Robespierre, Marat o Baboeuf)?

Ya tan temprano como en 1843, un jovencísimo Marx (en su Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel), actuando como una suerte de psicoanalista o de semiólogo ante litteram, señalaba el lapsus de que la Declaración de los Derechos Humanos hablara de los derechos del Hombre y del “Ciudadano”, admitiendo implícitamente que no eran la misma cosa: mientras que “ciudadano” es una abstracción que no menta más que una formalidad jurídica pretendidamente “universal”, y por lo tanto una palabra plenamente burguesa, el Hombre está atravesado por toda clase de determinaciones concretas (de clase social, género, raza, condición económica, religión, cultura, lo que fuere) que en la sociedad de clases implican necesaria y objetivamente posiciones antagónicas –ese término que tanto le gustaba, por buenos motivos, a Ernesto Laclau- entre las cuales hay que elegir para conformar un Frente realmente político: no se puede aspirar a construir una hegemonía estratégica para la clase trabajadora y los sectores populares desde el “universal abstracto” de una “ciudadanía” donde todos los gatos son pardos. Para extremar caricaturescamente el argumento: “ciudadanos” son también Macri, Aranguren, Sturzenegger, Patricia Bullrich. Lilita Carrió, Ernesto Sanz. Es obvio que no se está proponiendo un Frente con ellos, sino contra ellos. ¿Con quiénes, entonces? ¿Con los “ciudadanos” Caló, Moyano, Barrionuevo, y demás burócratas “participacionistas” (más allá de sus lloriqueos de la boca para afuera) que, con cientos de miles protestando en las calles, son incapaces siquiera de convocar a un modesto paro general? ¿Cuán lejos podría ir un Frente semejante antes de que las sempiternas traiciones de los “negociadores seriales” obligaran a disolverlo y empezar todo de nuevo? Teniendo en cuenta que la agresión del gobierno y de la derecha económica está produciendo un proceso de des-ciudadanización dramático entre los segmentos de la sociedad más oprimidos (obreros, desocupados crecientes, trabajadores precarizados, “nuevos pobres” y demás), ¿no sería mucho más claro y directo abogar por un Frente de no-ciudadanos en lucha por una auténtica “ciudadanía” social que en los hechos hoy no existe para ellos? ¿No lo sería incluso, provocativamente, para el rol específico de los “intelectuales” (así se autodefinía, en efecto, un intelectual revulsivo por excelencia, Pier Paolo Pasolini: como un no-ciudadano)? ¿No permitiría eso aludir más frontalmente al canallesco operativo de exclusión social que se está llevando adelante?

Cualquiera sea la respuesta a estas preguntas, ellas implican necesariamente una rigurosa distinción entre las “clases” concretas de “ciudadanos” que se querrían convocar o no al Frente. Ahora bien, en el volante de convocatoria que se ha enviado parecería haber una definición un poquitín más ajustada: se habla de las “mayorías populares”. Ya no es la “ciudadanía” global indiscriminada a que se alude en el nombre del Frente (pero entonces, ¿para qué insistir con ese nombre?). De acuerdo, pero aún cabría pedir que esa “generalidad menor” fuera algo más especificada. Por ejemplo: la clase obrera, definida estrictamente, no es, cuantitativamente hablando, una “gran mayoría”, gracias al dramático proceso de desindustrialización iniciado por el Proceso y que nunca, en las décadas siguientes (incluyendo la última) se recuperó realmente. Sin embargo, el que esto escribe seguirá sosteniendo, tozudamente, que ella, esa “primera minoría”, debería ser la “columna vertebral” hegemónica de un potencial Frente contra-ofensivo que apunte a la transformación radical de las actuales condiciones de opresión de las “mayorías populares”, porque es la única que puede garantizar ir a fondo en esa lucha, con sus propias organizaciones de base, independientes de las burocracias sindicales y de las variantes políticas del sistema (incluyendo la dirección del PJ). Desde ya, los convocantes al Frente Ciudadano no tienen por qué aceptar esta premisa: solo la enunciamos para ilustrar la necesidad –articulada desde la posición política que cada quien crea más pertinente- de una mayor concreción del contenido social de tal Frente.

Ahora bien, hay que admitir que en el volante de marras, así como en el título del mensaje de convocatoria, sí existe una interpelación mucho más específica y concreta, y que es curiosamente contradictoria con la amplitud de la apelación a la “ciudadanía”. Porque se convoca explícitamente a los “intelectuales nacionales y populares”. Quedamos de entrada afuera pues, por ejemplo, quienes desde una posición de izquierda sin duda reconocemos la existencia necesaria de un fuerte “momento” nacional y popular (antiimperialista, latinoamericanista, etc.), pero consideramos que se debe ir más allá de ese “momento”, articulándolo al interior de una política de emancipación integral, social –y no solamente “política” o “nacional” en sentido restringido- que coloque el poder en manos de la clase obrera y los sectores populares, y no deteniendo el movimiento –seguimos citando el volante- en la reconstrucción de los desplazados gobiernos “nacionales y populares” (afirmación, esta última, que merecería una discusión aparte, que sería excesivo hacer aquí), porque el adversario no es solamente el “neo-liberalismo”, sino el capitalismo como tal. Se nos dirá que, aún aceptándolo, ese es un objetivo a muy largo plazo, que no están todavía dadas las condiciones ni las relaciones de fuerza, que ahora lo que se trata es de resistir la ofensiva de la derecha. Otra vez, podemos estar de acuerdo –aunque sin privarnos de preguntar, digamos, qué tantas mejores condiciones tenía Fidel en 1959, y docenas de otros ejemplos que se podrían dar-. El problema es que si empezamos por convocar a un abstracto Frente “ciudadano”, sin otra perspectiva estratégica que la de una genérica “resistencia”, esas condiciones y relaciones de fuerza no van a llegar nunca. Como se dice vulgarmente, esa película ya la vimos. Y siempre, siempre, no importa cuántas versiones se hagan de ella, termina mal.

En suma: la convocatoria es por un lado demasiado amplia (a la “ciudadanía” en general), por el otro lado demasiado estrecha (solamente a los intelectuales “nacionales y populares”). Al que esto escribe –puede ser una limitación personal, evidentemente- le resulta imposible encontrar entre esos polos contradictorios una “síntesis” que lo interpele. No hace falta aclarar –pero lo hago por si acaso, y muy fraternalmente- que desde esa “externalidad”, siempre lo encontrarán (“al que esto escribe”, es decir a mí) acompañando en sus módicas posibilidades las “batallas culturales” que apunten a aquella política emancipatoria.

Buenos Aires, 29 de mayo de 2016

*Sociólogo, ensayista y crítico cultural. Doctor en Ciencias Sociales de la UBA. Fue Vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y Profesor titular de Antropología del Arte en la Facultad de Filosofía y Letras, y Teoría Política en la Facultad de Ciencias Sociales

Quien quiera leer los comentarios que tuvo la publicación de la nota de Grüner en La tecla eñe (el sitio de Conrado Yasenza, uno de los convocantes a la plaza) no tiene más que ir a
http://www.lateclaene.com/#!eduardogrner/c4vd y bajar al final de la misma.

Si están apurados, apuntemos aqui que a uno de sus crítcos, Grüner le respondió así:

“Yo no soy quién para decirle a nadie lo que ‘debería’ hacer. Me limité a decir que a MÍ (es una posición política, que nadie tiene por qué compartir) no me interpelaba, porque para MÍ lo “nacional y popular” (contra lo cual no tengo nada, y a favor mucho) es un momento -incluso lo llamé ‘necesario’- dentro de una lógica política de mayor alcance, que idealmente apunte al socialismo como objetivo de emancipación global. Desde esa posición, no creo que sea difícil entender que no me interpele un llamamiento que apela solamente a lo ‘nacional y popular’. Pero, insisto: esa es una posición mía, y no está en mi intención ‘catequizar’ a los otros, ni creo estar en condiciones de hacerlo. Ahora bien, si me llevan al extremo ‘binario’ de tener que elegir, aclaro que prefiero ser ‘nacional y popular’ (esa es una definición política ‘discriminante’, en el buen sentido de la palabra) que un indefinido y abstracto ‘ciudadano’, por las razones que ya expliqué, y que, una vez más, son solo las mías.”

3)

Levenberg:  “Miradas desde una palmera” y “falta de entusiasmo de la columna vertebral”

 

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Rubén Levenverg

Mme parece muy bien el planteo de Salinas y me extraña mucho el análisis de Grüner, sobre todo porque suelo leerlo y suele ser más sensato. Creo que confunde categorías y mezcla contradicciones fundamentales con las principales, con lo cual sus conclusiones tienen poco que ver con la realidad. Se enoja por el concepto de “izquierda abstracta” (yo tampoco la llamaría así) y asegura que sus críticas al kirchnerismo fueron las mismas que hoy hacen muchos kirchneristas sensatos. Creo que debería releer comunicados, consignas movilizadoras y alianzas de esos sectores, que hoy debaten si el kirchnerismo es una enfermedad contagiosa a la que mejor es aislar y aniquilar o si hay que ver qué se puede recuperar para la revolución. Nada novedoso, demasiado parecido al debate entre azules y colorados respecto del peronismo allá a fines de la década del 50. Por eso no creo que sean demasiado abstractos que digamos. Miran la historia y el presente desde una palmera, nada más.

Por otra parte, después de hablar de un frente contra el bloque dominante, al que caracteriza muy bien, derrapa con la idea de crear un Frente Antioligárquico o de Liberación Nacional. Es lo que me gustaría, supongo que nos gustaría a todos, pero dudo que “la columna vertebral” (como el programa de Norita Etchart) estén demasiado motivados con la consigna. Podemos armar de nuevo el Partido Intransigente, pero dudo que el bloque dominante se asuste demasiado.

De todos modos es interesante leerlo y discutirlo en profundidad. Abrazos. Rubén Levenberg.

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4)

Boot: Encontrar el rumbo mirando las cosas con los ojos de los trabajadores marginados

 

Teo2Con los intelectuales casi siempre me pasa lo mismo: hablan demasiado y abstracta y genéricamente. Pero estoy de acuerdo con Grüner y me parece central plantear ¿Qué sentido tiene hoy criticar a la “izquierda abstracta”?. Claro, podría agregar que casi el mismo sentido que tiene que hoy esa “izquierda abstracta” siga criticando más al gobierno de Cristina que al de Macri. Lo que constituye a mi juicio una masturbación mental propia de quienes no logran discernir de dónde les llueven las piñas.

Luego, lo del Frente Ciudadano… ¿Qué decir? Los intelectuales se agarran demasiado de las palabras y tratan de encontrarles significado. Si digo “fraslafras”, seguro que enseguida alguno le encuentra la etimología, lógica y sentido, tanto para acordar como para disentir.

En mi humilde opinión, lo del Frente Ciudadano carece de significado en sí mismo, por lo menos de significado conceptual, como el Frecilina, ENA y Hora del Pueblo que Perón lanzó simultáneamente tratando de armar espacios de acuerdo con partidos políticos que siempre se le habían opuesto. Y de paso, reírse, porque siempre me parecieron una de esas cargadas a las que el Viejo eran tan propenso: Con Frondizi que tenía el síndrome de Estocolmo con los militares, hizo un Frente CÍVICO (el Frecilina) en el que podían entrar todos… menos los militares (siguiéndole el juego, recuerdo que militantes de la Jotapé incendiaron un camión del Ejército cerca de la avenida Córdoba y Fitz Roy y firmaron la acción como… “Juventud del FRECILINA”. N. del E.). Con el Partido Comunista, por entonces convertido en un Club de Amigos de la Unión Soviética, formó el Encuentro Nacional de los Argentinos, y con los partidos que en los años anteriores habían seguido las políticas más antipopulares, como los radicales de Ricardo Balbín, la Hora del Pueblo (coalición por la que militaban, creo recordar, tanto Guardia de Hierro como el Encuadramiento de la Juventud Peronista, vulgo “Demetrios”). De noche, Perón debía reírse solo de sus maldades.

En este sentido, lo del Frente Ciudadano me suena a una consigna política por medio de la cual Cristina trató, muy razonablemente, de explicarle a sus voluntariamente lobotomizados fanáticos que se dejaran de boludear haciendo cristinismo o kirchnerismo militante y se pusieran a hacer política, es decir, a encontrar el mínimo común denominador desde el que tejer un entramado político y social de suficiente densidad como para oponerse y frenar, con éxito, la ofensiva oligárquica e imperialista de la que habla Grüner.

Visto de este modo, la del Frente Cívico es una consigna, una idea fuerza destinada a des-sectarizar a sus acólitos. Ahora bien, si fue así, como creo, Cristina no lo consiguió, y la convocatoria a reunir intelectuales en la plaza es un claro ejemplo, de la misma manera que lo son los absurdos intentos de ciertos sectores militantes de declamar un frente ciudadano y al mismo tiempo profundizar sus prácticas sectarias, tanto para adentro como para afuera del peronismo y del amplio y genérico espacio del campo nacional o popular.

Lo de la columna vertebral también me parece pura abstracción. ¿Cuál sería la estructura, la organización que vertebra a esa columna vertebral? ¿Cuál sería el sector de una clase obrera más diferenciada y fragmentada que nunca antes que debería constituirse en columna vertebral? ¿Cuáles obreros? ¿Los informales? ¿Los calificados? ¿Los trabajadores tercerizados? ¿O hablamos nada más que de obreros formales? ¿De los que ganan 7000 pesos o de los que ganan 20 mil? Digo, porque las diferencias de ingresos entre los distintos gremios son apabullantes.

Poner estas disquisiciones por delante, confunde. Por lo menos a mí, que soy peronista y como tal miro la sociedad y el mundo desde la clase trabajadora, pero no desde sus sectores más orgánicos y conscientes, sino desde los marginados. Ese debería ser nuestro ángulo de mirada, nuestro punto de vista, para ir conformando, en alianza con cada vez mayores y diversos sectores políticos y clases sociales un frente nacional de liberación. Siempre teniendo presente un objetivo estratégico: el de construir una sociedad en la que haya una sola clase de hombres: los que trabajan.

Si Grüner dice algo parecido, vale, y no es su culpa que no lo entienda bien. Pasa que en mi opinión, uno va discutiendo y analizando sobre la marcha, no antes de la marcha, porque sino sería un cuento de nunca acabar ya que jamás terminaríamos de estar lo suficientemente de acuerdo como para arrancar. Es en la marcha que los zapallos se van acomodando. La cuestión es saber para dónde se rumbea.

En cuanto encuentro de intelectuales para lo del frente ciudadano, serán todo lo intelectuales que quieran, pero para mí no entienden demasiado y muchos tratan de ver cómo pueden hacerse los importantes.


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6 comentarios

  1. Ya habia leido lo que escribio Eduardo Grüner, venia bastante bien hasta que empezó con ” quienes desde una posición de izquierda sin duda reconocemos la existencia necesaria de un fuerte “momento” nacional y popular (antiimperialista, latinoamericanista, etc.), pero consideramos que se debe ir más allá de ese “momento”, articulándolo al interior de una política de emancipación integral, social –y no solamente “política” o “nacional” en sentido restringido- que coloque el poder en manos de la clase obrera y los sectores populares, y no deteniendo el movimiento –seguimos citando el volante- en la reconstrucción de los desplazados gobiernos “nacionales y populares” (afirmación, esta última, que merecería una discusión aparte, que sería excesivo hacer aquí), porque el adversario no es solamente el “neo-liberalismo”, sino el capitalismo como tal. Se nos dirá que, aún aceptándolo, ese es un objetivo a muy largo plazo, que no están todavía dadas las condiciones ni las relaciones de fuerza, que ahora lo que se trata es de resistir la ofensiva de la derecha. Otra vez, podemos estar de acuerdo –aunque sin privarnos de preguntar, digamos, qué tantas mejores condiciones tenía Fidel en 1959″… Bueh.

  2. Ya lo dije en algún lugar, no recuerdo si fue aquí o en otro lado, que algunos hablan (dicen), y lo que es peor hacen, como que aquí no pasó nada. Entienden que se hizo todo bien, que no hubo ningún error.
    Cantan a voz en cuello “Vamos a volver”. Pero ¿Para qué?.
    Se perdieron las elecciones, cuando por todo que hizo en el gobierno, se debió ganar sin demasiados sobresaltos. Si se hubieran hecho bien cosas (o sea sin cometer errores) las elecciones se hubieran ganado.
    Sería bueno que aunque sea se mencionen cuales fueron los errores cometidos, para conocerlos, debatirlos, y no volver a repetirlos.
    Solo sabiendo en qué errores se incurrió se podrá reconstituir una fuerza política con capacidad de retomar el camino de recuperar el sentido de las luchas que por la independencia nacional se libran desde 1810.

  3. Aunque no esté de acuerdo con la mayoría de las cosas que sostiene Grüner, su planteo contribuye a un debate que es necesario. Es acertada su crítica a la idea de un frente “ciudadano”, aunque esa formulación supone construir algo más amplio que el FpV -llámese como sea-, y eso es justo y es una necesidad. Pero debatiendo si lo nacional y popular es nada más que un momento, o una etapa, o el todo, no vamos a construir algo más amplio, sino una secta infinitamente más estrecha. El sujeto de la transformación tiene que ser el pueblo, con los buenos y con los malos, como fue siempre el pueblo peronista.

  4. No considero que intelectuales traten sobre la situacion política nacional y regional dejando de lado los intereses de la clase trabajadora. Sería más imporante referirnos a los intereses de la dirigencia del partido justicialista de relacionarse con Massa, Randazo y Bosio.

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