La persecución implacable pone a Cristina en el lugar en el que estuvo Perón a partir de 1955.
¡Nada sin Cristina! El lugarteniente de la ministra de Seguridad sabía que intentarían asesinarla, la ministra ordenó borrar su celular y el de sus secretarios porque podían probarlo. La familia del ministro de Economía financió a quienes promovían de todas las maneras posibles que se la matara. Y el infame poder judicial que padecemos pretende lapidarla con supuestas «tres toneladas de pruebas» que no tienen más entidad que una pompa…