PURISMOS. Jauretche y los nacionalistas

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POR TEODORO BOOT

En su libro “Jauretche, Arturo. Textos selectos” Norberto Galasso y Germán Ibáñez recuerdan la edición del 20 de agosto de 1960 del periódico “El Popular” en la que don Arturo hace referencia a una reunión en casa de Alberto Tedín a principios de 1955, a la que había sido invitado por un grupo de nacionalistas que conspiraban contra el entonces presidente Juan Perón. Seguramente habrán pensado que el invitado se sumaría al golpe que tanta ilusión les hacía, habida cuenta de que, si bien  no había sido perseguido política y hasta judicialmente por la burocracia peronista como si lo fueron hombres tan significativos como Domingo Mercante, Juan Atilio Bramuglia, Arturo Sampay y, más recientemente, nada menos que Ramón Carrillo, o encarcelado como sus viejos compañeros de Forja Julio César Avanza y Miguel López Francés, estaba claro de desde fines de 1952 Jauretche había “caído en desgracia” y marginado de todo empleo, cargo o actuación pública.
Se equivocaron de medio a medio: no estaban ante un oportunista, un resentido o un vanidoso sino ante un revolucionario que siempre pondría sus ideales por sobre sus apetencias y conveniencias personales.


“A pesar de mis diferencias actuales con la política del general Perón –les dijo Jauretche– yo no puedo dejar de coincidir con la línea de fondo de su gobierno, sobre todo porque el país, en este momento, no tiene otra alternativa: o la oligarquía liberal o Perón. En cuanto a ustedes, los nacionalistas, no son alternativa. Van a ser utilizados y al mes, dos meses, les van a dar una patada en el traste, porque a ustedes les ha ocurrido siempre así. Eran jóvenes y, se comprende, cuando lo rodearon a Uriburu y vinieron los conservadores y les direon una patada en el traste y los echaron a los dos o tres meses. Vino Perón, hicieron lo mismo y fueron rápidamente desalojados porque Perón descubrió que eran ‘piantavotos’, y ahora les va a pasar lo mismo. Pero la primera vez eran jóvenes, casi adolecentes. La segunda vez eran hombres maduros y ahora ya son viejos. ¡Lo que es evidente es que siempre fueron pelotudos! O no saben en qué posición están. Les he hablado con esta claridad porque yo, no sólo no voy a estar con ustedes, sino que voy a estar en contra”.
Y así ocurrió. Los nacionalistas y moralistas que dieron el golpe con Lonardi apenas si duraron cuarenta días en el gobierno, de donde fueron desalojados por los liberales que, una vez más, habían vuelto a usarlos.
¿Se podrá decir lo mismo de tanto purista, maxilamista o “piantavotos de Felipe II” actual que insisten en no entender que lo mejor sigue siendo enemigo de lo bueno, y resulta el argumento infalible para precipitarnos en lo peor?


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