ATENTADOS. Las internas de la SIDE y la advertencia de Knoblovits, actual titular de la DAIA

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Me place transcribir esta nota. Solo apunto que a mi entender la base de la llamada “sala Patria” de la SIDE nunca estuvo en el Pasaje Barolo (donde si estuvo y está el grueso de los archivos relacionados con los atentados) sino en la base Billinghurst primero y en la de la ancha calle Coronel Díaz después. Por otra parte, las acusaciones hacia Irán no nacieron con la preminencia del grupo de Stiuso en la SIDE sino mucho antes, incluso antes del atentado a la Embajada de Israel, como señaló en su momento Néstor Kirchner. Hechas estas salvedades, deléitense con la prosa de “Patán” Ragendorfer.

El tiempo que pasa, la verdad que huye

 

Según un informe secreto del Mossad, el servicio de Inteligencia de Israel, no hubo argentinos ni iraníes en el comando operativo que perpetró los atentados a la Embajada de ese país (1992) y a la AMIA (1994). Dicha revelación corrió por cuenta del periodista Ronen Bergman en el diario The New York Times; su cobertura además difundió fragmentos del documento, cuya veracidad ya fue confirmada por el titular de Diplomacia Pública israelí, Lior Haiat, en nombre del primer ministro Yair Lapid, no sin aclarar que aún sigue en pie la creencia de que Irán aprobó y financió ambos ataques. Todo muy raro.

Lo cierto es que la noticia cayó en Buenos Aires con el mismo peso que una gigantesca roca en el océano. Porque ese paper echa por tierra la hipótesis esgrimida durante más de dos décadas por el propio Mossad y la CIA, la cual fue abrazada con fervor tanto por los espías vernáculos como por los sucesivos instructores judiciales de las causas en cuestión. Algo sumamente embarazoso, ya que, por ejemplo, desvincula a tres diplomáticos asignados durante la época de los hechos a la embajada de Irán en Argentina, cuando sobre ellos aún hay pedidos de captura con alertas rojas de Interpol. A saber: el agregado cultural Mohsen Rabbani (hasta ahora considerado el organizador de los atentados), el embajador Hadi Soleimanpour y el tercer secretario Ahmed Asghari.

Una máxima criminológica asegura que el tiempo que pasa es la verdad que huye. Ambos expedientes son un himno al respecto.

Tanto es así que el juez federal Rodolfo Canicoba Corral, quien hasta su jubilación tuvo en sus manos la causa AMIA, señaló en su momento que “este expediente tiene mucho informe de inteligencia y poca prueba judicial”.

Pues bien, en esta historia subyace una circunstancia no debidamente considerada: aquellas pesquisas fueron el espacio propicio de una feroz interna que, desde la década del ‘90, agita las aguas de la ex SIDE. Un culebrón que merece ser reconstruido.

Duelo de fisgones

Quien esto escribe se cruzó a fines de 2005 en un restaurante de Palermo con el ex juez Juan José Galeano, quien acababa de ser destituido. Lo acompañaba su antigua secretaria letrada, María Susana Spina. Y por todo saludo, dijo: “El Lobo me ganó”.

Se refería al ex comisario de La Bonaerense, Juan José Ribelli, a quien mantuvo injustamente preso por 115 meses (junto a otros tres miembros de esa fuerza) en el marco de la causa por el atentado a la AMIA.

A la izquierda, el ex juez Juan José Galeano en el banquillo de los acusados 

Ya a más de 13 años de aquella cena, transcurría la etapa final del juicio por el encubrimiento de dicho ataque terrorista (iniciado el 6 de agosto de 2015 por el Tribunal Oral Nº2), en el cual Galeano compartió el banquillo de los acusados con los siguientes personajes: el ex presidente Carlos Menem, el ex titular de la DAIA, Rubén Beraja, los ex fiscales José Barbaccia y Eamon Mullen, el ex comisario de la Federal, Jorge “Fino” Palacios y el ex agente de la SIDE, Patricio Finnen, además de otros cinco procesados. Se les atribuía el invento de la llamada “Conexión Local” y el bloqueo de la “pista Siria”.

Si el objetivo formal de este proceso era juzgar las trampas cometidas en la instrucción hecha por Galeano, es probable que sus propias disfunciones merecieran un tercer proceso que bien se podría caratular “encubrimiento del encubrimiento”. De hecho, nada resume mejor esa situación que la denuncia del ex titular de la Unidad Especial AMIA, Mario Cimadevilla (designado por el régimen macrista) contra el ex ministro de Justicia, Germán Garavano, y el mismísimo Mauricio Macri por eludir el compromiso de buscar la verdad en la voladura del edificio de la calle Pasteur, por sujetar la pesquisa a los deseos de Estados Unidos e Israel y por proteger en tal juicio a los amigos del Gobierno. Un nido de intrigas donde también salieron a la luz las internas en la antigua SIDE –llamada sucesivamente SI (Secretaría de Inteligencia) y AFI (Agencia Federal de Inteligencia).

No está de más repasar alguno de sus hitos.

El 25 de julio de 2004, Gustavo Beliz –quien acababa de ser eyectado del Ministerio de Justicia por Néstor Kirchner a raíz de la actuación policial en una protesta– protagonizó un momento sublime de la televisión argentina al exhibir en el programa Hora Clave una fotografía del espía Antonio Stiuso. Su rostro era el secreto mejor guardado del país.

Gustavo Béliz y la fotografía de Antonio Stiuso.

 

Al tiempo se supo que esa joya documental se la había proporcionado el “Fino” Palacios.

Este hombre había sido echado de la Policía Federal apenas unos meses antes, luego de que le llegara a Kirchner la grabación de un diálogo telefónico entre él y un reducidor de vehículos vinculado al asesinato de Axel Blumberg. En la cinta, el Fino se muestra interesado en adquirir una camioneta robada para ir de pesca a la localidad correntina de Esquina.

Jorge Alberto “Fino” Palacios.

 

Al tiempo se supo que esa joya documental se la había proporcionado el vengativo Stiuso.

No contento con ello, filtró tales escuchas a la prensa en 2009 para así malograr la designación de Palacios en la Metropolitana.

Cabe destacar que su gran encono hacia el uniformado era una secuela del enfrentamiento que mantenía con dos colegas suyos: los agentes Finnen y Alejandro Brousson, aliados con el Fino en la investigación del atentado a la mutual israelita.

Aquellos dos agentes –al igual que Stiuso– eran en la SIDE parte de una capa geológica nacida durante la última dictadura. Una generación de fisgones profesionales que se educó bajo las reglas del terrorismo de Estado y que, con el paso del tiempo, supo madurar al amparo de gobiernos democráticos.

Finnen se inició en la llamada Base Billinghurst, bajo cuya ala estaba el centro de exterminio Automotores Orletti. Brousson era un oficial del Ejército asimilado a la SIDE luego de servir en el Batallón 601. Ya en los ’90 lideraron la denominada “Sala Patria”, un grupo de “La Casa”, cuya cueva secreta –todo el barrio lo sabía– se encontraba en el cuarto piso del Edificio Barolo, sobre la Avenida de Mayo. Eran los espías de cabecera del entonces “Señor 5”, Hugo Anzorreguy. Bendecidos con poderes y recursos presupuestarios sin límites, jamás imaginaron el estrepitoso final de sus carreras. Aquello ocurrió en 2001, a raíz de un falso atentado contra Bill Clinton.

Aquella historia tuvo su origen cuando el marido de Hillary, a poco de dejar la presidencia, viajaba a Buenos Aires para un coloquio internacional. La dupla Finnen-Brousson vio entonces la ocasión propicia para articular una fina operación de inteligencia. Su objetivo: ganarse la confianza de la CIA. Así fue como contrataron en la Triple Frontera a un soplón paraguayo que antes había trabajado para los norteamericanos. A cambio de un suculento fajo de billetes, concurrió a la Embajada de los Estados Unidos en Asunción para informar que se preparaba un complot en contra del ex mandatario. Al mismo tiempo, desde Buenos Aires, Sala Patria irradiaría un informe idéntico. Los autores del plan creían que ambas advertencias, llegadas en paralelo por vías supuestamente distintas, encenderían todas las luces de Washington, logrando así la estima de la central de inteligencia más poderosa del mundo. Pero algo falló: los agentes criollos no habían previsto que el paraguayo sería sometido en la Embajada al detector de mentiras; el tipo terminó confesando que la SIDE le había pagado para llevar el dato apócrifo. Y proporcionó la identidad de sus empleadores. El escándalo fue mayúsculo. A partir de entonces, Finnen y Brousson pasaron a integrar el ejército de desocupados.

La proeza de Sala Patria fue haber manejado a su antojo la pesquisa de la causa AMIA en franca complicidad con el juez Galeano, los fiscales Mullen y Barbaccia, además de Palacios. Y bajo una precisa directiva del presidente Menem: no investigar la llamada “pista siria” y concluir el caso lo más rápido posible. Lo primero se tradujo en el “extravío” de pruebas muy valiosas y en el aviso a los sospechosos sobre la inminente realización de procedimientos en su contra. Lo segundo, en fabricar la “hipótesis” de la “conexión local”, una impostura que incluyó el arresto de los policías bonaerenses y el soborno de 400 mil dólares a Carlos Telleldín para así involucrarlos en su testimonio. Esa estrategia contó con el apoyo de la DAIA, liderada por Beraja.

Pero lo cierto es que la caída en desgracia de esta gavilla de simuladores propició el irresistible ascenso de la línea interna de la SIDE conocida como “Grupo Estados Unidos” (por la calle donde anidaba). Su jefe no era otro que Stiuso. A partir de entonces tomó las riendas del caso.

Así fue el nacimiento de la pista iraní. Una construcción hipotética a la medida de la CIA y la derecha de Israel, que además contó con la adhesión de todos los dirigentes comunitarios que condujeron la DAIA desde la década pasada hasta la actualidad.

Brousson se vio impedido de estar entre los acusados en el juicio por el encubrimiento, ya que había perecido súbitamente en 2007, luego de jugar un partido de tenis; al parecer, fue por el disgusto de haber sido derrotado.

Ya a comienzos de 2019, el Tribunal Oral Nº 2 absolvió a Menem y al Fino Palacios; en tanto que Galeano fue condenado a seis años de prisión (no efectiva), mientras Beraja y Telleldín recibieron tres, a la vez que Barbaccia y Müllen fueron castigados con dos en suspenso. Todo muy simbólico.

Alberto Nisman.

 

Por su parte, la pista iraní seguía gozando de una salud inquebrantable, aunque ya con una lamentable baja, la del fiscal de la Unidad AMIA, Alberto Nisman, a comienzos de 2015. Su jugarreta para “engarronar” a la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a ciertos miembros de su gabinete y a un puñado de dirigentes, por el tema del Memorándum de Entendimiento con el gobierno sospechado de los ataques terroristas, estaba a centímetros de un escandaloso desplome. Y aquello lo habría lanzado al suicidio.

Final abierto

En este punto, es preciso retornar por un momento a la actualidad, teñida de incertidumbre por el paper del Mossad revelado en las páginas del New York Times. Aquella zozobra supo alcanzar al titular de la DAIA, Jorge Knoblovits, quien no vaciló en decir: “Esa información en crudo es errática. Después de 30 años, este trascendido distrae la investigación”.

Es que su convicción por la pista iraní es muy sólida, al punto de haber formado parte de quienes proponían un juicio in absentia a los funcionarios de Teherán, presuntamente implicados

Tal posibilidad –no contemplada por las leyes argentinas– ya había sido propuesta con insistencia en 2013 por el entonces presidente de la DAIA, Julio Schlosser, durante una reunión con el canciller Héctor Timerman, a manera de alternativa al Memorándum con Irán.

Héctor Timerman

 

Ese cónclave fue reconstruido por Timerman durante la mañana del 10 de enero de 2018 en su piso de la calle Castex, frente a la Plaza Alemania, al recibir –ya convaleciente y con arresto domiciliario– al autor de esta nota; también estaba el dirigente de Familiares y Amigos de Víctimas de la AMIA, Sergio Burstein, y el periodista Juan José Salinas. Los detalles vertidos por él no tardaron en adquirir una notable relevancia.

Schlosser había concurrido al despacho de Timerman en la Cancillería con el vicepresidente de la AMIA, Waldo Wolff (hoy diputado de PRO), y el entonces secretario general Knoblovits. Al ministro de Relaciones Exteriores lo acompañaba el secretario de Culto, Guillermo Oliveri. (Ver foto de presentación).

Los visitantes no creían que el acuerdo con Irán para interrogar allí a los presuntos responsables del atentado pudiera guiar la pesquisa hacia la verdad. También invocaron “impedimentos estratégicos” no debidamente aclarados. Y al respecto, Schlosser esgrimió un notable argumento: “Los muertos ya están muertos, Héctor; hay que pensar en los vivos”.

Julio Schlosser

 

Wolff, a su vez, permanecía mudo, con los ojos clavados en el suelo.

Y Knoblovits, abogado de profesión, iba levantando temperatura. Hasta que, de pronto, saltó de su asiento, al grito de: “Si Canicoba Corral viaja a Irán y le dicta a los acusados la falta de mérito porque la prueba no alcanza, ¿de qué nos disfrazamos?”. Y remató: “¡Eso sería inaceptable!”.

Schlosser entonces le ordenó con un parpadeo que se llamara a silencio. Wolff continuaba con los ojos clavados en el suelo.

Exactamente 12 meses más tarde, en un encuentro callejero con quien esto escribe, Knoblovits se permitió una rectificación:

–No es verdad que aquella vez yo le haya levantado la voz a Héctor.

Pero no objetó la reproducción de sus palabras.

Tanto las circunstancias de esa reunión como el registro textual de los diálogos –y también el volumen con el cual Knoblovits manifestó su parecer–fueron confirmados a Contraeditorial por Oliveri.

¿Qué temía realmente Knoblovits? ¿Acaso no estaba convencido de la autoría iraní del atentado?

A un lustro de semejante “sincericidio”, Knoblovits alcanzó la cima de la DAIA. Su asunción coincidió con la agonía de Timerman.

El ex canciller exhaló unos días después su último suspiro.

Mientras tanto, las causas por los atentados siguen siendo una historia sin destino, pero con final abierto.


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Un comentario

  1. Pájaro Salinas: Es horrible que Santa María te haya echado, lo repudio pero no van a leer al aire un mensaje en contra. Se necesita tu voz, espero que podamos escucharte pronto en otra radio.
    Me permito corregirte el link al último programa de El gato escaldado, que lleva al del día 3/4/2022. El último donde estuviste fue el 17/7/2022, así en Radiocut: https://radiocut.fm/radiostation/am750/listen/2022/07/17/07/00/00/
    Gracias por tu gran trabajo y los mejores deseos para César. Abrazos

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