CENTRO CULTURAL KIRCHNER. Horacio González contra el revanchismo rencoroso del ministro Lombardi
Desde un comienzo, Lombardi y otros quisieron quitarle el nombre Kircher al majestuoso Centro Cultural que utilizan para agasajar a ricos y poderosos y cerraron al pueblo. Pero no se atrevieron, y entonces hacen estas maldades, estas putaditas, casi a hurtadillas. (Ver el texto publicado por Lombardi en La Nación el sábado pasado más abajo). JS
El pedagogo oficial
POR HORACIO GONZÁLEZ / PÁGINA 12
A raíz de «un escrito que Lombardi ha mandado fijar en el Centro Cultural Kirchner se encuentra una tesis palpable sobre lo que piensa el Gobierno sobre el pasado». A la manera en que Borges finaliza el poema a Rosas, con el verso: «limosnas de odio», Lombardi, quiere fosilizar la historia, con marcas de estulticia (VP)
El titular del Sistema de Medios Públicos, Hernán Lombardi, ha producido lo que podemos considerar el primer documento macrista escrito en torno a la cuestión del pasado. El macrismo abunda en gestos, imágenes prefiguradas, cálculos escénicos diversos y numerosas teatralidades, pero no se destaca por producir textos. Esta carencia no solamente es propia del macrismo. Aprovechemos entonces esta excepción, pues en el escrito que Lombardi ha mandado fijar en el Centro Cultural Kirchner se encuentra una tesis palpable sobre lo que piensa el Gobierno sobre el pasado. El documento de Lombardi se ha adherido en las paredes del mencionado Centro, al lado de las enormes placas de mármol que suelen colocarse cuando una obra está terminada. En ella, como se sabe, figuran los nombres de la ex presidenta, del ex ministro de Planificación y de la ex ministra de Cultura. También está el ex secretario de Obras Públicas. Sí, no hay error posible, es… ¡José López! Es sabido que este último nombre no es atacado del mismo modo que los otros, que pueden ser odiados, judicializados, despreciados, insultados. Pero el de López, rígido en ese frío mármol, pasa a significar lápida, muerte, corrupción, fosa, cripta, esto es, lo que pertenece de modo general a un mundo tanático e infecto. Lombardi cree así haber resuelto los enigmas del pasado, no “dinamitarlo” –así dice– sino ponerlo como parte de una memoria que aliente la “comprensión crítica” para que la historia “no se repita”. El tema al que está abocado tiene una augusta definición: “la preservación de los símbolos de una etapa terminada”. Con esta frase profética, que disfraza de generosidad una vulgar agresión, afirma dos cosas. El fin de una historia y el comienzo de su propia benevolencia ante “la hipertrofia de la toponimia” que “nos sesga y nos divide”. En resumen una “victoria sobre el pasado”.
¿Debemos festejar que Lombardi haya encontrado la solución que tantos se desesperaron para definir y situar? ¿Qué hacer con los emblemas, vestigios e insignias del pasado? Una primera falacia es la declaración jactanciosa sobre una superación que no se evidencia ni en los innumerables testimonios de insistencia de la memoria del período anterior, ni en las maniobras avasallantes que caracterizan el actual. El pasado necesita de símbolos y al mismo tiempo los supera. Los modos inconmensurables de la memoria van más allá de los símbolos que pretenden representarla. Pero siempre ellos son necesarios, pues ante el pavor de la memoria tomada solo en su impalpable misterio y pureza, siempre están el mármol y el bronce. Ante la casi siempre presumible indiferencia de esos talismanes, nos pasamos discutiendo, porque los hechos sin nombre, al vaciar la historia, también vacían nuestra vida. Pues bien, los actos tajantes en torno a los símbolos surgen de una conciencia colectiva que habitualmente permanece inerte, pero suele comprenderse que de tanto en tanto le sea necesario un gesto incisivo. Pero poner y sacar símbolos pertenece al modo categórico del juicio histórico, y estos gestos exponen a la vez un deseo lanzado hacia la opinión del presente, para modelarla rápidamente en pedagogías adulatorias o su reverso, el desprecio. En cambio, cuando se precisan gestos concluyentes y terminantes, resulta. Tal como el título del “Nunca más”, una frase que parece escrita en planchas de acero, como anhelo convencido ante la fragilidad del mundo histórico. El titular del Sistema de Medios Públicos menciona a los “dinamitadores”. No quiere ser uno de ellos y llama a la prudencia. Su método es delicado y no produce estampidos. Acordona la placa para inmunizarla como si la dinamita estuviera encerrada en ella y señala su baldón. Es como si fuera un empleado de Palacio de Madrid ante un Caravaggio (por ejemplo, Salomé con la cabeza de San Juan Bautista) precintando el cuadro insigne para llamar la atención sobre la crueldad, lo intolerable y feroz de la escena. Y que después nos dijera que hay que terminar con este barroco concupiscente, que derrama sangre, decapita y horroriza, aunque decida mostrarlo porque “no queremos darle la espalda a lo sucedido”. Deduce, así –según su texto implantado como exorcismo al lado de los nombres del “gran estigma”–, que queremos superar lo que hubo en aquel remoto presente, al que ahora proclama como pasado.
Pero en verdad se trata de un acto de encono revestido de astucia, de un acto de inquina disfrazado de corrección museística, de un acto político que tiene más violencia y exceso en la señalización de los nombres que la madurez con la que dice que hay que invocarlos. Seguramente pondrá una luz cenital iluminando el texto que declara el triunfo sobre el pasado, ambición ingenua que nunca se cumple con tan pobres malabares. Al mismo tiempo pide una ley de nombres para ahorrarse en el futuro tantos esfuerzos educativos ante los perezosos que aún no han comprendido. Es que uno de esos nombres le facilita la tarea y con elegante señorío vemos en manos de Lombardi el spray depurativo, el purgante para los tiempos oscuros. ¿No está la mácula purulenta de la época, el nombre de López, en la placa inaugural? López les es un símbolo necesario, una toxina encasquetada que tienen que exhibir por todo el país, emponzoñado y lleno de furúnculos, cualesquiera que sean las graves causas que pesan sobre él. Lo que hizo Lombardi es una venganza infantil del bedel de la Sala. ¡Hubiera sido preferible que se animara a bajar la plaqueta! ¿Cree que los que precisan recordar la historia lo hacen yendo a su malicioso museo como quien va a ver El Coloso de Goya para aprender a repudiar el vértigo que nos causan el presente y el pasado?
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Publicado en La Nación
Hernán Lombardi explicó por qué decidió conservar la placa de José López, Cristina y De Vido en el CCK
Se añadió un cartel que aclara que son «placas originales» instaladas durante el kirchnerismo, a modo de museo
ANTE LOS SÍMBOLOS DEL PASADO
«Quienes prefieren la piqueta a la memoria creen que hay una sola forma de superar el pasado: dinamitándolo. Nosotros pensamos, en cambio, que los símbolos y los testimonios de una etapa superada de nuestra historia deben preservarse para que sirvan a la memoria y alimenten la comprensión crítica de aquello que ha quedado atrás. Esa memoria enriquecida por la conciencia crítica puede contribuir a que no se repita lo que ya pasó y, a la vez, a que s…e comprenda mejor la naturaleza de aquello que se quiere evitar.
La preservación de los símbolos de una etapa terminada se realiza desde un presente distinto a ese que ahora ha quedado atrás. Esa diferencia se nota con más claridad cuando el pasado se preserva que cuando el pasado se destruye u olvida. Las democracias sólidas se construyen con conciencia y no con negación de los vaivenes de la historia.
A su vez la hipertrofia de la toponimia nos sesga y nos divide. Todos somos la Argentina y no podemos desperdiciar a nadie. Pero tomar un tiempo de reflexión y análisis antes de poner nombres a obras y edificios es de buena práctica republicana. El tiempo apacigua los fanatismos y permite una óptica más reflexiva. Una ley que regule estas decisiones sobre los criterios para imponer nombres fortalecerá este cambio cultural imprescindible.
No hay que inventar la historia. Hay que entenderla. Abrirnos a su complejidad, recrearla sin distorsiones o presumiendo que todo empieza con nosotros.
No hay victoria sobre el pasado si el odio es el que dicta nuestros actos e inspira nuestras palabras en la relación con él. No queremos darle la espalda a lo sucedido, queremos superar lo sucedido con más democracia y más justicia que aquella que hubo en ese presente que ahora es pasado».
Las placas de mármol que se encuentran en la entrada del Centro Cultural Kirchner ( CCK ), y que conmemoran a Néstor Kirchner con distintas frases de la ex presidenta Cristina Kirchner , Julio De Vido y Teresa Parodi serán conservadas. Pero ya no funcionarán como un elemento informativo del lugar, sino más bien como «piezas de museo».
El titular del Sistema Federal de Medios Públicos, Hernán Lombardi , decidió que las tres enormes placas de mármol grabadas de más de 8 metros de altura que instaló el kirchnerismo en mayo de 2015, queden en su lugar. Pero acordonadas y con reseñas que indican: «Placas originales instaladas durante la gestión de Cristina Kirchner». Como una exhibición de piezas que forman parte de la Historia.
En su Facebook, Lombardi explicó el motivo: «Los testimonios de una etapa superada de nuestra historia deben preservarse para que sirvan a la memoria y alimenten la comprensión crítica de aquello que ha quedado atrás».
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Lombardi conservó las placas del kirchnerismo como piezas de museo.
¿Qué dicen las placas? La primera es la de la reinauguración del edificio y llevaba los nombres grabados de la ex mandataria Cristina Kirchner, el ex ministro de Planificación Julio De Vido y del ex secretario de Obras Públicas José López. La segunda, tiene tres frases con elogios a la gestión kirchnerista en términos de obra pública y loas por lo que fue su política cultural. La tercera tiene un textual de Cristina Kirchner que indica: «Es un edificio con valor histórico patrimonial colmado de un alto contenido simbólico para la comunidad en general y para Néstor Kirchner en particular ya que era hijo de un trabajador postal, quien en sus viajes desde Río Gallegos a Buenos Aires solía visitar el edificio y recorrer sus instalaciones».
Cambios en el hall del CCK
Una de las placas que fue acordonada.
Lombardi señaló: «Quienes prefieren la piqueta a la memoria creen que hay una sola forma de superar el pasado: dinamitándolo. Nosotros pensamos, en cambio, que los símbolos y los testimonios de una etapa superada de nuestra historia deben preservarse para que sirvan a la memoria y alimenten la comprensión crítica de aquello que ha quedado atrás«.
Y agregó: «Esa memoria enriquecida por la conciencia crítica puede contribuir a que no se repita lo que ya pasó y, a la vez, a que se comprenda mejor la naturaleza de aquello que se quiere evitar», añadió el funcionario, que destacó que «las democracias sólidas se construyen con conciencia y no con negación de los vaivenes de la historia».
Según pudo saber LA NACION, la nueva gestión colocará en el hall de entrada una muestra con frases inspiradoras de la historia de la humanidad, con textos elegidos por el filósofo Santiago Kovadloff y la curaduría del artista plástico Edgardo Gimenez.
En la red social, Lombardi también abrió la puerta a la posibilidad de cambiarle el nombre al Centro Cultural Kirchner, porque destacó la importancia de «tomar un tiempo de reflexión y análisis antes de poner nombres a obras y edificios» y señaló que «una ley que regule estas decisiones sobre los criterios para imponer nombres fortalecerá este cambio cultural imprescindible». Desde el Gobierno evalúan impulsar un cambio de legislación para regular el modo en que bautizan los edificios públicos.
Lombardi debería poner placas aclaratorias en donde figure De la Rúa(ejemplo puente de Puerto Madero) donde abajo aclare que él fue funcionario del tipo que quebró el país dejando desparramados 36 muertos en todo el país y escapándose en helicóptero.
Las actitudes de Lombardi son deplorables, no se puede esperar algo mejor de un ser tan bajo y despreciable